Oh cuerpo de papel para la hoguera
María Ángeles Pérez López
Puestos en la situación de montar una obra centrada en la violencia machista, muchos habrían optado por el oportunismo: cargar las tintas, buscar el efecto dramático fácil, aprovechar de forma acrítica la vigencia de un discurso que hoy a todos nos afecta. No es el caso del actual montaje en la Sala Negra de los Teatros del Canal de Àlex Rigola (Barcelona, 1969), un director de escena y dramaturgo de recorrido internacional en cuyo currículo figura la dirección del Teatre Lliure, de la sección de teatro de la Bienal de Venecia y de los mismos Teatros del Canal.
Macho Man es una instalación dramática que pretende visibilizar la violencia machista. Más allá de polémicas y de cuestiones legales y filosóficas, la obra persigue generar la conciencia del fenómeno en aquellas personas que, por su contexto o por su edad, no son conscientes de su alcance ni de cuán cerca lo tenemos a veces. No es gratuito que haya sido planteada desde su inicio con un enfoque educativo explícito, de manera que por las mañanas puede ser visitada de manera concertada por grupos de estudiantes. Y si la instalación en sí es interesante, créanme que visitarla rodeado de alumnos de Bachillerato y tener la oportunidad de observar su efecto en ellos es un verdadero privilegio que debo agradecerles a Rigola y su compañía Heartbreak Hotel.
Los muchachos entran en grupos de seis y, pertrechados de auriculares, realizan un recorrido a través de doce espacios diferentes. En ellos reciben información en distintos soportes y formatos: artes plásticas, audio, vídeo, interacción vis a vis, textos escritos, fotografía… Escrupulosamente exenta de elementos morbosos, la suma genera en el participante la sensación muy real de que la violencia machista no tiene, tampoco, ni un solo formato ni un contexto único, sino que la encontraremos en casa y en la calle, en el trabajo y en el ocio. Son particularmente estremecedores los extractos de las declaraciones de la víctima de La Manada ante el juez, en las que describe su bloqueo como reacción defensiva. La instalación no entra en asuntos procesales ni en la calificación penal del asunto; solo deja clara la indefensión de la víctima. De igual forma los participantes pueden recordar o adquirir conocimiento del caso de Ana Orantes, que está en el origen de la reivindicación contemporánea contra la violencia machista en España; o contemplar, atónitos, una acongojante colección de dibujos realizados por niñas víctimas de malos tratos. O la galería fotográfica de víctimas, que dejan de ser, así, números y nombres para convertirse en personas, víctimas injustas de una guerra que no lo es de hombres contra mujeres, sino que va más allá del trazo grueso.
En mi caso, fue tremendamente esperanzador comprobar que la instalación saca lo mejor, la parte más madura de unos chavales de dieciséis años que, en plena adolescencia, suelen ocuparse de otros asuntos y, desde luego, afrontarlos en otros tonos. Los rostros de algunos de ellos a la salida del recorrido eran tan expresivos que pude sentir que todos flotábamos en un mar de empatía. Solo por generar ese estado, Macho Man ya merecería la pena. La experiencia no acaba ahí, sin embargo. Psicólogas aportadas por las instituciones colaboradoras asisten a la salida a los participantes que lo necesiten y dirigen un taller-coloquio en el que los chavales demuestran estar preparados para manifestar y manifiestan esa inyección de empatía en forma de reflexión, aun teñida de emociones; una especie de catarsis colectiva inducida por el evidente componente trágico de lo que acaban de escuchar, leer y contemplar. Todos parecen ahora conscientes de que no solo deben evitar ciertas conductas, sino que también pueden ayudar a que otros renuncien a ellas. En ese sentido, Macho Man es, al mismo tiempo, una obra dramática acabadísima y una afortunada pieza educativa de primer orden. El Huffington Post.