28 mayo 2002

Una vez más, jugar al arte

Rufina Santana. Arqueología del jardín - Molino de Antigua

La obra de la grancanaria Rufina Santana nos visita desde el pasado día 17 y hasta el 16 de junio en la Sala de Exposiciones del Cabildo en el Molino de Antigua. Se trata en esta ocasión de Arqueología del Jardín, un buen ejemplo de lo que esta artista afincada en Lanzarote entiende por una exposición.

Lo primero que nos llama la atención al entrar en la sala es que Santana no ha podido escapar a la atracción fatal que sobre los artistas plásticos insulares parece ejercer ese objeto dramático de nuestra actualidad que es la patera, un objeto con el que no cabe jugar sin caer en lo melodramático, lo frívolo o, por excesiva reiteración, en lo trivial. Los ojos del Paraíso, en un juego formal demasiado burdo, advierte al espectador que esta artista también ha resultado impactada por la tragedia de la inmigración ilegal. Se trata de un aviso para navegantes (subsaharianos).

A continuación, multitud de objetos circulares en forma de sol, secciones de tronco seco de pita del malpaís de Huriamen decoradas con motivos vegetales en colores chillones, adornan la sala. Y digo adornan porque sólo desde el punto de vista de la artesanía o de la decoración cabe entender su existencia. Una larga serie horizontal de estos discos, titulada Todo, parece jugar contraste con un gran círculo pintado en tonos terráqueos sobre contrachapado, de título El Uno. Una y otro reducen su entidad a referencias sólo levemente abstractas y, desde luego, demasiado superficiales a la unidad del círculo, a la globalidad del planeta y al ser uno y estático de Parménides. La unidad que pretenden formar El Uno y Todo, pese a lo solemne y absoluto de sus títulos, parece finalmente no ser tan relevante, ya que en otras exposiciones de la artista han aparecido en distinta disposición y en número diverso a los que presentan en el Molino de Antigua. Su reunión más parece casorio circunstancial e interesado que matrimonio indisoluble. No inspira mucha seriedad, la verdad.

Multitud de alusiones a lo natural, al agua, al jardín y, por otra parte, a un mito ajardinado y canario (esto último debe ser necesario) se contienen en los títulos de las pinturas: En el estanque, Desarraigo, Del jardín, En el jardín, Fluir, Mar de fondo, Tesoros encontrados (del jardín), Hespérides. Imprecisas formas vegetales y acuáticas, manchas de colores deficientemente combinados, salpicaduras y churretes yuxtapuestos en gran confusión, aparentemente sin más criterio que el disimulo de las carencias, no sugieren apenas referencialidad alguna. Tampoco hay un simbolismo inteligente; diríase que Santana confía en la credulidad del espectador, que ha de beber de los títulos que vienen en las cartelas sin hacer más preguntas.

El más complaciente se preguntará: pero ¿es que acaso es necesaria la referencialidad? La respuesta es no, desde luego. El problema es que la misma autora no duda en definir su obra de forma referencial en cuanta ocasión tiene (página web, catálogos) por medio de afirmaciones como la siguiente, aplicada a su proyecto Hespérides: “se trata del estudio de una porción del paisaje de la isla de Fuerteventura y su interpretación personal como la de un Jardín que fue, metáfora de la necesidad de búsqueda y rescate del jardín interior”. Sin mucho respeto por la precisión que se le debe al uso de conceptos como “metáfora” o “jardín interior”, Santana parece reordenar los propios a la menor ocasión de exponer: Arqueología del Paraíso, Arqueología del jardín, Tesoros encontrados, Tesoros encontrados (del jardín) o Hespérides son títulos de series diversas que, por acoger las mismas obras en órdenes diferentes, parecen intercambiables con excesiva facilidad. El avisado lector nos castigará si somos demasiado estrictos, pero creemos que no basta con cambiar un adjetivo para que la obra sea nueva y diferente; y que lo acomodaticio está reñido con lo duradero.

Echamos en falta, ciertamente, el rigor del artista que concibe su obra de una forma y no de otra, que dispone sus materiales conforme a una visión del mundo y del arte, y no de acuerdo con las medidas y demás contingencias de la sala, que entiende una exposición (o un libro, o un concierto) como una entrega única y exclusiva de los frutos de su alma a un receptor a quien respeta. La pobreza plástica y conceptual impide contemplar Arqueología del Jardín como otra cosa que una oportunidad para exponer bien aprovechada. Canarias 7 Fuerteventura.