18 octubre 2007

Cien piedras

“Tengo una de las piedras aquí sobre mi escritorio, en Londres. No me di cuenta de lo que era hasta que volví a casa de mis vacaciones en Mallorca y visité tu blog.” Peter Jones es el propietario de la piedra 80/100, una de las cien que Alfons Sard (Palma, 1954) ha dejado esparcidas por la cala d’en Basset.

El proyecto Cent Pedres se puso en marcha en 2006. “Trabajando en relación con la seriación y con la naturaleza, pensé hacer piedras con la forma informe de una piedra vulgar que había recogido”. Poco a poco se fue perfilando un proyecto en torno a la idea de intervenir en los procesos naturales de manera muy sutil. “Lo natural y lo artificial no debían ser evidentes como suelen serlo cuando el hombre interviene sobre la naturaleza. Mi idea era la contraria: devolver a la naturaleza una forma natural.” En este sentido, Sard pensó en las personas que encontrarían las piedras y en las pistas que debía incorporar a las piezas: “la palabra NATURAL es un oxímoron: lo que es natural no necesita una inscripción que diga que es natural”. Al inscribirla en las piezas, denuncia su carácter artificial: “es como un juego barroco de pistas”.

La idea se definió completamente hará unos dos años. Luego vino el proceso técnico. “Saqué un molde e hice las cien piedras, les puse la inscripción y pensé en la manera de enterarme de cómo proseguía la historia, porque dejar unas piedras en un paisaje y no saber qué sucede después… Internet me daba la posibilidad de establecer contacto con los que encontraran las piedras.” Por eso las piedras llevan también impresa una URL. “De esta manera el que la encuentra puede escribirme”. En su blog, Sard pide a los propietarios de las piedras fotografías, textos o referencias personales que poder asociar a la piedra y que poco a poco van engrosando la web. A cambio envía al corresponsal un certificado de autoría de la pieza. El acto de creación, así, se convierte también en un acto de comunicación.

En junio de 2007 las cien piedras estuvieron terminadas y Sard escogió la cala d’en Basset, cerca de Sant Elm, para sembrarlas. Se trata de un paraje casi virgen, accesible sólo a pie o en barco. Al artista le parecía que encontrar las piedras debía ser fruto de cierto esfuerzo; lo que empezaba por el propio artista, quien debió hacer tres viajes a través del bosque con la mochila cargada de piedras… Unas las dejó a la vista, otras más o menos escondidas; algunas las colocó cuidadosamente y otras las lanzó al azar. Hoy, en la zona de Andratx ha cundido la noticia y hay grupos de excursionistas que van a la cala ex profeso a buscar las piedras. Éstas son de terracota y portan diversos acabados: azules, rojizas, de aspecto terroso, calcáreo u oxidado, ásperas o pulimentadas. Su condición mixta entre lo natural y lo artificial (que se delata en su peso: son huecas) contiene una reflexión sobre el papel del hombre, y del artista, en la naturaleza. Alfons Sard mantiene un minucioso registro documental del proyecto. En el horizonte está la edición de un catálogo que incluya material gráfico y los textos remitidos por los propietarios de las piedras. DP.

05 octubre 2007

Miró, siempre presente

Joan Miró. Pintures - Joan Oliver "Maneu"

De una forma u otra, el ingente legado de Joan Miró está siempre presente en Mallorca. En estos momentos ha coincidido la presentación en la Fundació Pilar i Joan Miró del magnífico catálogo razonado de su cerámica con la exposición que mantiene abierta desde la Nit de l’Art Joan Oliver “Maneu”, uno de los galeristas de referencia en Palma y uno de los que mejor conocieron al artista, de quien mostró obra por última vez –si no recuerdo mal– hace justo dos años, con aquella admirable selección de grabados de la serie Le courtisan grotesque.

El libro recién presentado (Joan Miró-Josep Llorens Artigas. Ceramics. Catalogue raisonné. 1941-1981), realizado por Joan Punyet Miró y Joan Gardy Artigas con la colaboración de Cristina Calero Fernández y texto de Jacques Dupin, recoge el conjunto de piezas fruto de la colaboración de Miró con el gran ceramista Artigas, con su hijo Joan Gardy y últimamente con el alemán Hans Spinner. Como en los casos en que Miró intercambió su experiencia con la de artistas de otras disciplinas artísticas como la literatura o el teatro, se pone de manifiesto en la obra y en su documentación el espíritu tremendamente humilde del gran catalán, abierto siempre al aprendizaje y respetuoso al máximo con los saberes de los demás. Cuando Miró acometió la cerámica de la mano de Artigas no era ningún jovenzuelo, sino un artista de renombre internacional que rondaba la cincuentena. Durante cuarenta años más siguió aprendiendo a ofrecer sus colores a través del fuego y compartiendo su experiencia creativa, hasta el punto de que, en referencia a su cerámica, algún crítico asume que “el azul Miró” o “el rojo Miró” son, en el fondo, creaciones de Artigas. Un libro esclarecedor, en la línea del encomiable trabajo de la editorial Daniel Lelong y de Successió Miró.

En “Maneu”, y también en colaboración con esta última institución, podemos admirar una bonísima muestra de pintura en diversas técnicas y soportes. Quiero destacar la impactante belleza del óleo L’oiseau de proie fonce sur nous (1954), en el que, más que los colores, el tono general introduce una atmósfera de dulzura que suaviza la férrea y dinámica composición. Última Hora.