26 diciembre 2016

Sobre la escultura en Baleares

El panorama escultórico de las Islas Baleares es abundante y pleno de calidad. A veces creo que existe una tendencia a arrinconar la escultura en el hueco que queda entre la pintura (una disciplina que tradicionalmente ha representado o compendiado en sí misma todo el mundo de las artes plásticas) y la instalación y otras artes mixtas y performativas que son características del arte contemporáneo. Sin embargo, las Baleares son cuna y refugio de una extensa, intensa y variopinta nómina de magníficos escultores. La escultura, que indaga en la materia y hace del espacio, la luz, la sombra y el movimiento objetos de su trabajo, nos ofrece (y presta a las demás artes) algunos de los elementos más revolucionarios de la modernidad.

Prueba de esta afirmación fue, allá por 2005, Escultura contemporània a les Illes Balears, una exposición ideada por Joan Carles Gomis y comisariada por Maria Antònia Artigues para el Projecte Llevant. En su catálogo se desplegaba, más allá o lejos del arte de rotondas, obra de veintidós artistas muy comprometidos con el concepto y la materia (Canyelles, Costa, Fullana, Matas, Planas, Sard…) y un útil y completo cuerpo de colaboraciones críticas. Un panorama, en fin, que desmenuza todas las generaciones y tendencias del arte escultórico balear, y un libro imprescindible para su conocimiento. El Mundo-El Día de Baleares.

19 diciembre 2016

Tensiones no resueltas

“Por suerte, la cultura es un espacio de tensión y no un oasis de paz”. Me quedo con esta inteligente frase de Jordi Oliveras, que visitó no hace muchos días Palma para presentar el libro colectivo Cultura en tensió dentro del ciclo Emergències, que tiene lugar en Drac Màgic. Me recuerda aquello de que la democracia es esencialmente conflictiva, frente a las dictaduras, en las que reina la paz de los cementerios.

Oliveras rechaza el elitismo y la apropiación de la cultura por parte de instituciones, mercado y colectivos profesionales. “Se trata y se considera la cultura como una cosa que la gente no tenemos y deberíamos tener, o tener más”, ha dejado dicho en alguna entrevista, y no le falta razón. Sin embargo, su propuesta alternativa, lo que llama cooperativismo cultural, basándose en que todos, “por el hecho de vivir en sociedad, somos seres culturales”, adolece –creo– de una enorme ingenuidad. Es cierto: todos somos seres culturales desde el momento en que transformamos la naturaleza para nuestro consumo o nuestro ocio. Ese clan de chimpancés que, en la selva y sin intervención humana, ha aprendido a fabricar largas varas para pescar algas en el fondo del río, también dispone de una cultura incipiente. Sin embargo, y sin querer pecar de elitismo, no parece rechazable que las instituciones y el mercado regulen la excelencia: eso que damos en llamar arte, frente a la cultura de los antropólogos. A efectos de gestión, si todo es cultura, nada lo es; y después, claro, hablemos de buena o mala gestión.

A todo esto, una artista asistente a la presentación insistía en su máxima preocupación: “¿Cómo vamos a crear si no nos dan pasta?”… El debate que parece acuciarnos no es otro que el que quiere establecer el orden temporal de los actos de crear y vender. Poco que ver con el arte o la cultura. El Mundo-El Día de Baleares.

12 diciembre 2016

El destino como cruel paradoja

FIOL CUESTIONA LA HISTORIA DEL PROGRESO BASADO EN LA TECNOLOGÍA

José Fiol. Reach for the Stars. Galería Fran Reus, Palma - Hasta el 31 de enero de 2017

Todos recordamos con horror la tragedia del Challenger, ocurrida el 28 de enero de 1986. El cohete que propulsaba aquel transbordador espacial sufrió una explosión a los 73 segundos del despegue y el transbordador cayó al océano. Los siete tripulantes murieron en el impacto que desintegró la nave en el mismo inicio de la que debería de haber sido su décima misión. La televisión difundió por todo el mundo las imágenes de un desastre que cuestionó gravemente la idoneidad de los controles de la NASA e interrumpió los vuelos espaciales durante dos años. La hegemonía espacial norteamericana, lograda en los sesenta a partir del vuelo orbital de John Glenn y de la llegada a la luna de Armstrong, Aldrin y Collins, estaba de nuevo en tela de juicio.

José Fiol, que antes se ha fijado en otros escenarios de la muerte, esta vez posa su minuciosa mirada en las figuras de aquellos siete astronautas fallecidos. La reproducción de sus retratos promocionales oficiales al óleo sobre dibond nos devuelve solo en parte el espíritu de progreso científico y humano que inspiraba aquellas aventuras, y aquella en particular, que significativamente incluía en la tripulación a Christa McAuliffe, profesora de Secundaria, como parte de un programa de integración de personas civiles en los programas de la Agencia. Digo que nos devuelve ese espíritu solo en parte porque están las sonrisas y están todos los iconos: los uniformes, las insignias de la NASA, los cascos, las maquetas del transbordador… pero no está la vida. El blanco y negro contradice el propagandista optimismo de los protagonistas, y las leves veladuras de color, inspiradas de manera más o menos gratuita por los experimentos cromáticos de Fiol con las cartas astrales de los retratados, les otorgan una calidad fantasmal que afecta de forma inquietante a nuestra percepción de las mismas figuras retratadas, pero también del acontecimiento histórico en sí. Los héroes celebrados pasan así a ser personas dignas de conmiseración, vidas truncadas que permanecen flotando detenidas en el tiempo del retrato oficial, crueles instantáneas anticipadas de la tragedia.

Hoy un asteroide y decenas de escuelas en toda América llevan el nombre de McAuliffe, cuya trayectoria fue objeto de un documental en 2006. Su lema vital y pedagógico era reach for the stars: ‘alcanza las estrellas’. Las trágicas circunstancias del siniestro y la irrupción de la astrología en el entramado conceptual de la obra le confieren a todo el conjunto un tinte paradójico, casi sarcástico, que no deja de estar presente en las sonrisas fosilizadas, un poco grotescas, de los astronautas que nos miran desde los óleos de Fiol, iluminados por la luz espectral de su destino. El Mundo-El Día de Baleares.


05 diciembre 2016

El ‘Gelabert’, tampoco

El departamento municipal de Cultura de Palma da que hablar fuera de las islas. Al escándalo del nombramiento del director de la Miró –que no cumplía los requisitos–, al defenestramiento sumarísimo del director de la FPEA –que sí los cumplía–, a la programación en la planta noble del Solleric de una exposición de circunstancias imposible de creer, hoy, se suman las críticas publicadas por la Plataforma Asamblearia de Artistas de Cataluña en torno al Premio Ciudad de Palma Antoni Gelabert de Artes Visuales 2016. Para la PAAC, su defectuosa convocatoria incumple las buenas prácticas exigibles y “genera un marco de hostilidad hacia los artistas” susceptible de vulnerar sus derechos de autor.

Para la PAAC, y para cualquier persona razonable que conozca el mundo del arte, en las bases del Gelabert deberían especificarse extremos como fechas y espacio de exposición, honorarios correspondientes a los artistas expuestos y cantidades destinadas a producción, montaje, equipamientos, comunicación, seguro, etc. que asumirá la institución; así como las obligaciones de la misma con respecto a los derechos morales del artista y la preservación y conservación de las obras premiada y finalistas que formarán parte de la exposición; o los derechos de edición y reproducción de las mismas.

Así mismo, la PAAC califica de “incoherente” con un concurso que acepta obra audiovisual que, por otro lado, se excluya cualquier obra seriada; de “abusivo” que se prohíba a los artistas presentar sus obras a otros certámenes y se les exija acudir a la inauguración, pero no se cubran sus gastos de viaje y estancia; y de “grave incumplimiento de las buenas prácticas” que no estén previstos honorarios para los artistas expuestos.

El espectáculo caótico y amateur que está dando el Ayuntamiento en su gestión cultural no se corresponde con la profesionalidad que han mostrado sus instituciones en otros momentos, ni es, desde luego, lo que se merece el contribuyente palmesano. El Mundo-El Día de Baleares.