24 noviembre 2007

El mundo y su creación: las formas

Franco Monti - Joan Oliver “Maneu” Galeria d’Art.

El proceso que lleva del mineral purificado y transformado en un material de aplicación industrial y cualidades plásticas –el cemento–, a través de su mezcla con gravas, arenas y pigmentos naturales, hacia su postrera reformulación en piedra creada convierte a Franco Monti (Milán, 1931) en una especie de elemento activo del mundo, en un demiurgo genuino entre cuyas manos cobran nueva vida los impulsos de la tierra.

Formado en las artes africanas, precolombinas y oceánicas, este ibicenco de adopción y viejo conocido de los palmesanos ha investigado durante años las relaciones que se dan entre la pieza de arte y el mundo físico y espiritual en que ésta encuentra su lugar. Depurando la forma, Monti explica, al cabo, el diálogo permanente entre lo finito y lo infinito. Desde las piezas de tres metros hasta las más reducidas, se dan en la escultura que Monti viene practicando en hormigón desde los años ochenta algunas constantes, con gran coherencia desde mediados de los noventa. Por ejemplo, la relevancia concedida al color integrado y no superpuesto, siempre con connotaciones naturales: así sucede con los ocres y el verdín de Otoño (2000) o con los cálidos encendidos de Verano (2006); igualmente, la acertada gestión de superficies porosas y pulidas en sus acabados, con el resultado de piezas que respiran, objetos que, fruto del molde y la herramienta, parecen no obstante arrancados de la tierra.

Es maestro el manejo de la disposición, con la que Monti añade a su obra sutiles matices de concepto que sólo están al alcance de los creadores que han interiorizado profundamente aquello que nos transmiten; y así son admirables Enlace (2002) y Amistades (2003), conjuntos que por su estructura básica deberían inspirar ante todo estabilidad y en los que, sin embargo, las asimetrías son tan significativas de acercamientos, desequilibrios, desigualdades. Destacaré por último las sugerencias de movimiento en piezas como Torsión (2004), Vórtice (2005) o la interesantísima línea de trabajo con formas emergentes en las que la acotación del espacio, la intersección de volúmenes y vacíos y los contrastes de superficies y colores traducen interacción de lo fluido y lo sólido, temperaturas en conflicto, presencia de vectores de fuerza diversos, geología y biología activas, telurismo: vida. Última Hora.

17 noviembre 2007

Empieza la partida

No va más. The Game’s On - Museo Vostell Malpartida (Malpartida de Cáceres)

El alemán Wolf Vostell (1932-1998) fue uno de los máximos referentes del arte internacional de posguerra. Abierto en 1976, el Museo Vostell convierte a la pequeña localidad de Malpartida, cercana a la capital cacereña, en uno de los centros más influyentes del arte contemporáneo y en terreno fértil para la prolongación de la trepidante actividad de su fundador. Un paisaje y una fauna excepcionales (el monumento natural de Los Barruecos), una sede hermosísima (un lavadero de lanas del siglo XVIII) y unos fondos artísticos privilegiados, que incluyen la Colección Wolf y Mercedes Vostell, la Donación Fluxus Gino di Maggio y la Colección de Artistas Conceptuales, ofrecen al visitante un conjunto de atractivo indudable. En su programación se inserta la actual muestra colectiva No va más, comisariada por uno de los popes del arte internacional de los años ochenta, Achille Bonito Oliva, autor y defensor del controvertido concepto de transvanguardia. Da sentido unitario a la exposición la presencia del juego conceptual en la obra de autores muy diversos.

No extraña que para la ocasión haya sido seleccionada una de las piezas recientes de Albert Pinya. La trayectoria del joven mallorquín ha sido fulgurante a lo largo de 2007, durante el cual ha protagonizado una individual en el Casal Balaguer y ha participado en diversas colectivas en Palma y Part Forana, entre ellas la última edición de la prestigiosa cita anual En Projecte, dándose así a conocer en nuestro mundillo artístico como sólida promesa. Su proyección próxima inmediata pasa por exponer en Milán y en Amberes. Con su participación en No va más, Pinya aporta su habitual dosis de ironía y humor conceptista por medio de la pieza Muerte feliz (2007). Aparte su actual evolución sobre tela, en un movimiento que busca progresivamente aminorar las influencias más evidentes de Basquiat y renovar sus motivos, Pinya ha optado también por potenciar su faceta de autor de poemas objeto, a medio camino entre el juego de ingenio y la crítica social. Acompañan a Pinya en Malpartida nombres como Marcel Duchamp (y su Fuente de 1917), Alighiero Boetti, René Clair, Piero Manzoni, Salvador Dalí, Orson Welles, Liliana Porter, Walter Marchetti o el mismo Vostell: casi nada. Última Hora.

08 noviembre 2007

Todo eso que solemos asumir como normal

Fernando Megías - Galería Xavier Fiol

Desolemnizar el arte: si se me admitiese la palabra, ésta sería una buena definición de lo que persigue y logra el veterano Fernando Megías, un artista al que ciertas referencias al situacionismo y sus vínculos evidentes con la poesía visual garantizan hoy un lugar en el mercado artístico que él mismo repudia. No es contradicción: el humor y la ausencia de discursos alambicados pueden engañar al espectador más superficial.

Sin embargo, en lo que hace Megías encontramos una enorme, casi férrea consistencia ética y estética. La alternancia de imagen, volumen y palabra impide obviar que este artista no trabaja con materiales, sino con conceptos; alguien lo ha calificado de “curioso antropólogo visual”, pero –afortunadamente para la antropología y para el arte– ni los artistas emplean el método científico ni los antropólogos pretenden transformar al espectador. La traducción de la idea al mundo sensible, en el caso de Megías, no precisa de formas especialmente elocuentes ni de grandes palabras, sino de las justas: las que estamos habituados a escuchar y a emplear, sometidas esta vez a la tensión de lo inesperado. Del venero dadá aprovecha Megías la ironía y la paradoja, tan recomendables, y de su curiosidad impenitente han brotado afirmaciones tan lapidarias como sabias: “El escepticismo no está reñido con la curiosidad”, dice, o “La identidad no es más que una idea fija”, en su libro-catálogo Modos de ver (Palma de Mallorca: Ediciones Inconstantes, 2006, pp. 54-55). A través de la simplicidad, Megías conecta con las pulsiones intelectuales y sentimentales más significativas del ser humano. Aparentemente deslavazadas, sus esculturas y sus fotografías, acompañadas de pies de foto perogrullescos o absurdos, sitúan al que se expone a ellas frente a la conciencia de –por ejemplo– la soledad, la mortalidad o la injusticia, y son los matices más que los motivos centrales los que recalan en una segunda, inevitable reflexión. El juego de conceptos siempre presente lleva del chiste de trazo grueso a un irresistible sentimiento de melancolía. Las simbólicas plomadas, la triste gabardina, los muros húmedos y desconchados, los contrastes entre palabras simples y conceptos duros o entre geometrías puras y realidades manifiestamente imperfectas nos colocan justo ahí donde Megías nos quería tener. Última Hora.