23 mayo 2016

De ‘El Víbora’ a ‘Las serpientes ciegas’

UN COMPLETO RECORRIDO POR LA CARRERA DE BARTOLOMÉ SEGUÍ 

Interseccions. Il•lustracions i historietes de Bartolomé Seguí - Casal Solleric. Hasta el 22 de mayo de 2016

Se acaba de cerrar en el Solleric la exposición Interseccions, pero justo antes, coincidiendo con la última visita de la exposición guiada por el mismo autor y por el comisario Juan Roig, fue presentado el estupendo catálogo trilingüe que viene a ser resumen de la carrera de Seguí (Palma, 1962). Contiene una completa documentación gráfica, sendos textos breves de Gabi Beltrán y Felipe Hernández Cava y una monografía firmada por el propio Roig con abundante material autobiográfico para la reconstrucción de la trayectoria vital y artística del dibujante.

Seguí acompaña a diario a los palmesanos: conocemos las afiladas tiras cómicas que, con guión de Ferrán Aguiló, publica cotidianamente en Última Hora desde 2006, bajo el pseudónimo de Tueldús. Más allá de su sesgo político, el trazo de las caricaturas de Seguí enamora por su rigor, su limpieza y su memorabilidad. Pero su amplia carrera se remonta a los 80, en la Barcelona entonces cosmopolita y creativa, meca de cualquier joven que pretendiera dedicarse al cómic. Esta fue siempre la intención de Seguí y, desde sus primeros tiempos, la calidad de su trabajo y su insistencia le consiguieron un lugar en prácticamente todas las publicaciones del género de aquella época: Madriz, Cairo, El Víbora, El Jueves… Seguí simultaneó un estilo pictórico y expresionista, fruto de sus estudios de arte y de la moda de los 80, con los desarrollos cada vez más narrativos que le pedía su temperamento. Llegó el momento en que el cómic perdió su lugar en la prensa y las revistas especializadas fueron reduciendo su presencia, y Seguí se recicló principalmente en ilustrador, trabajando para medios como El País, guías de ocio, colecciones literarias como El Barco de Vapor y numerosos libros de texto. Desde 1995 vuelve a residir en Mallorca.

En los años 2000 su carrera da un salto cualitativo pivotando sobre dos elementos claves: su asociación con guionistas sobresalientes y su definitiva adopción del acabado a lápiz y el color digital, que presta a sus dibujos un cromatismo cálido, libre de estridencias y muy personal. De estos cambios fundamentales surge el álbum Las serpientes ciegas (2008), con el que Hernández Cava y Seguí aspiran al mercado europeo, cosa que logran (se publica en Dargaud), y por el que reciben en 2009 el Premio Nacional de Cómic. Desde entonces, Seguí ha seguido publicando tebeos al europeo modo; pero sería injusto no mencionar sus magníficas Historias del barrio, basadas en los relatos de Gabi Beltrán sobre la Palma de los 80, con las que juntos ganan en 2010 el Premio Ciudad de Palma de Cómic. El Mundo-El Día de Baleares.

Bartolomé Seguí, ilustración para el libro Mi primera historia de España ilustrada,
Editorial Molino, 2009; lápiz y color digital.

Conexiones


En octubre cumplía 80 años Eva Choung-Fux, la artista austríaca de Campos, y lo celebraba en Can Prunera de Sóller inaugurando una exposición magnífica –me atrevo a calificarla de histórica– titulada Desprès de la fi del món, destinada después a recorrer Europa y tal vez Oriente. Hoy, y hasta mediados de junio, esa exposición se puede visitar en el MUSA de su Viena natal bajo el título Nach dem Ende der Welt. Eine Retrospektive.

Catálogo aparte, con motivo de estos eventos la prestigiosa editorial De Gruyter y el Ayuntamiento de Viena publicaron una abrumadora monografía ilustrada bilingüe (en alemán e inglés) de 500 lujosas páginas, titulada Eva Choung-Fux: Continuing Connections, bajo la dirección de Elma Choung, Berthold Ecker y Dieter Ronte. Además del que suscribe, aportan sus textos los mejores expertos en la vida y obra de una de las figuras centrales del arte europeo de las últimas décadas, una artista polifacética, profundamente comprometida con el aspecto social de nuestra historia –y de nuestra intrahistoria–, enamorada del mar y la naturaleza y dotada de una asombrosa sensibilidad poética, que le permite tender con sencillez sólo aparente lazos entre su obra y la literatura de sus autores favoritos. Continuing Connections es ahora la gran, imprescindible referencia para conocer la obra de Eva. El Mundo-El Día de Baleares.

Eva Choung-Fux, Continuing Connections, ed. de Elma Choung, Berthold Ecker y Dieter Ronte,
Viena: Kulturabteilung der Stadt Wien (MA 7), y Berlín/Boston: De Gruyter, 2015.

El peso de la luz

Son ya tres las exposiciones que ha inaugurado Xavier Fiol en su espacio en la capital, Madrid XF Proyectos: Herbert Hamak, Santiago Villanueva y, ahora, hasta el 17 de julio, Pep Llambías. Si el primero investigaba sobre las condiciones físicas y estéticas del color y el madrileño afincado en Palma reflexionaba poéticamente, como suele hacer, sobre el tiempo que “no pasa, sólo se extiende”, el de Alaró opta también por la reflexión cronológica, pero concentrada en la acumulación –a duras penas ordenada– de signos, ideas y experiencias que acarrean obligatoriamente el transcurrir del tiempo y la limitación del espacio para contenerlas. Todo ello existe al abrigo de esos luminosos tan característicos que parecen señalar los resquicios por los que escapar de aquella constricción vital e iluminan simbólicamente la cara oculta de los objetos. Y entre la oveja de la inocencia instalada en la A y el cocodrilo de la experiencia que ruge sobre la Z se extienden, iluminados sólo desde el suelo, todos los signos que nos dicen y nos conforman.

 El local madrileño de Fiol, gestionado por la diligente Luz Villalonga, exige proyectos site-specific que aprovechen las características de la peculiar planta. Y así, la instalación de Llambías, titulada El peso de la luz, se adapta como un guante a un espacio –cuyas líneas maestras aprovecha y casi reproduce– que parece diseñado para sacar partido de la concentración del pensamiento creador, para poner de manifiesto las contradicciones y en tela de juicio todo lo que de superfluo apreciamos a veces en el arte contemporáneo, que es mucho –a veces, carreras enteras... Descartada toda redundancia, la obra desnuda de un artista mallorquín encuentra acomodo natural en un rincón de la madrileña calle Mallorca que, pocos meses después de su apertura, parece mostrar ya entidad de referencia cultural para insulares y para no insulares. El Mundo-El Día de Baleares.

16 mayo 2016

El fuego sólo deja cenizas

UNA ESPLÉNDIDA REFLEXIÓN SOBRE EL TRAYECTO VITAL DEL HOMBRE

Guillem Nadal. La mirada del foc - Casal Solleric. Hasta el 28 de agosto de 2016

La obra de Guillem Nadal (Sant Llorenç des Cardassar, 1957) está profundamente relacionada con la naturaleza. No sólo por su carácter eminentemente matérico, sino sobre todo porque los elementos que de ella recoge se avienen perfectamente con una concepción cíclica y material de la existencia. En La mirada del foc, Nadal ha trazado un recorrido circular por la planta noble del Solleric que es, al mismo tiempo, una densa reflexión sobre el recorrido vital y sus contradicciones.

En la serie Caos (2012) encontramos ese patrón circular a base de elementos bordados carentes de orden aparente, pero llenos de dinamismo y organicidad. Es propio de este artista un gesto potente, de gran eficacia dispositiva, y en este caso las sugerencias orgánicas están a medio camino entre lo vegetal y lo animal, pero en cualquier caso insertas en el plano del telurismo. La instalación Illes del sol (1996-2015) despliega una serie de afortunados e inquietantes homúnculos vegetales, esas polisémicas figurillas con busto humano y peana de ramas invertidas. Próximos pero lejanos entre sí, aislados, parecen paralizados en medio de una estéril carrera de sus pies-raíces, proyectando dos sombras: la que fue en algún momento y nunca más será, pintada en el suelo pero muerta; y la que es consecuencia de su actual iluminación, viva pero igualmente inmóvil. Los rudimentarios bustos sin brazos remiten irremediablemente a la decadencia del arte clásico –a la imperfección sobrevenida.

En las series Miralls y Miralls de foc (2015-2016) el fuego alcanza el protagonismo como material pictórico (las quemaduras del papel en sus diversos grados), como símbolo de caducidad y también de energía creadora y, por tanto, de la ciclicidad de la vida… Diversos materiales reciben y apenas pueden ocultar la acción a la vez destructiva y constructiva del fuego sobre las representaciones de calaveras. El mismo concepto, no exento de raíces barrocas, fundamenta La mirada del foc (1998), una espléndida metáfora de lo que somos y lo que creemos ser, explicación meridiana de los procesos perceptivos que a menudo nos ocultan la decrepitud y la inanidad de lo que tomamos por libertad. En esa línea, brillante y devastadora, se aloja también Paisatge de la memòria (1994-2015), una instalación conceptista en su aparente minimalismo, repleta de reflexión en torno ahora ya no a la percepción, sino a la memoria como elemento constitutivo de la personalidad: de nuevo la calavera, de nuevo la ceniza. No se sale indemne de tanta y tan reveladora sinceridad; Guillem Nadal nos debe una reparación. El Mundo-El Día de Baleares.


















Del otro lado del océano

Allá en su rinconcito del Raiguer, la ya veterana Galería Addaya atraviesa un momento de renovación. Apurados sus doce primeros años de experimentación y aprendizaje, y sin abandonar a los buenos artistas ya consolidados, una parte importante del trabajo de Tomeu Simonet se endereza hoy a la promoción de autores latinoamericanos con cierto contenido social y enfoque multidisciplinar. Un ejemplo magnífico es la venezolana Ángela Bonadies, a quien representa y de la que muestra una selección de fotografías (en su galería) y un videomontaje de las mismas (en Pelaires, Palma) procedentes de un proyecto a dúo con su compatriota Juan José Olavarría, La Torre de David; trabajo interesantísimo al que dedicamos una reseña hace un par de semanas. Pero con Bonadies participan también en la colectiva Quemar las naves, abierta hasta el 28 de mayo, los cubanos Celia González Álvarez y Yunior Aguiar Perdomo y el mexicano Miguel Rodríguez Sepúlveda con sus inquietantes cenizas humanas. Se trata de una iniciativa muy significativa para los que contemplamos el otro lado del Océano como parte necesaria de nuestro mundo.

Dentro del meritorio programa de residencias que lleva a cabo Addaya (están recientes las presencias de Tamara Arroyo y la japonesa Mari Ota), en este momento se aloja en Alaró la también venezolana Ana Alenso (Caracas, 1982), cuyo trabajo con objetos encontrados se centra actualmente en poner de manifiesto “el vértigo de la dependencia del petróleo”, en palabras de Carmen Victoria Méndez, y sus implicaciones éticas y económicas, y que ha encontrado en el centro de reciclaje de Alaró abundante combustible para su creatividad. Alenso, residente en Berlín, protagonizó el año pasado en la capital alemana la exhibición Tropical Curse, en la que desarrollaba la misma línea de investigación a través de objetos encontrados, vídeo y todo un programa de actividades públicas (conferencias, mesas redondas, proyecciones) en torno a la industria de los hidrocarburos. El Mundo-El Día de Baleares.

02 mayo 2016

Permanencia en la ruina

UNA MUESTRA DEL IMPRESIONANTE PROYECTO MULTIDISCIPLINAR DE ÁNGELA BONADIES Y JUAN JOSÉ OLAVARRÍA

Ángela Bonadies y Juan José Olavarría. La Torre de David / El elefante blanco - Addaya Centre d’Art Contemporani en Centro Pelaires. Hasta el 7 de mayo de 2016

“Las cosas han de estar a medio hacer mientras se están haciendo”, escribió el maestro de Bolívar, Simón Rodríguez. “Mientras se están haciendo” como rasgo distintivo, pero también como límite: lo característico de las cosas cumplidas es que ya no están a medio hacer; de lo contrario caen en el “eterno inacabado”. Así lo recuerda el texto de Ángela Bonadies que acompaña el vídeo El elefante blanco, un impresionante montaje de imágenes pertenecientes al proyecto multidisciplinar La Torre de David (Caracas, 2010-2014), que firma junto con Juan José Olavarría. Ambos son artistas venezolanos de relieve mundial y –aún por unos días– llenan de voces, presencias y reflexión un pequeño rincón del Centro Pelaires.

La afilada precisión de sus cámaras y un discurso repleto de poesía y compromiso desprejuiciado con la realidad reinterpretan el complejo urbano inconcluso en un sentido social, histórico y antropológico. Bastan dos ojos y haber leído un par de diarios para reconocer como fracaso el proyecto del Centro Financiero Confinanzas, una quimera del magnate venezolano David Brillembourg que acabó en quiebra, abandono, saqueo y formación de una gigantesca comunidad okupa. Lo que aportan Bonadies y Olavarría es una sutil pero férrea reflexión que convierte esta nueva Torre de David en antonomasia del fracaso nacional y continental. En el texto de Bonadies, la Torre es una estructura orgánica y herida, que representa en sí misma al mismo tiempo la postración política, siglos de provisionalidad derivados del fracaso en la fragua de las naciones latinoamericanas; la deshumanización de la ciudad y la humanidad de los deshumanizados; la desigualdad económica, la marginación, la ilegalidad, la reorganización de los desahuciados al margen de la organización; la ley inoperante frente a la ley fáctica, el repleto vacío del estado de derecho. También, desde una perspectiva artística, la confrontación entre abstracción y figurativismo que parece emanar naturalmente de los organismos vivos.

La Torre es el “eterno inacabado” de Rodríguez: símbolo de todo fracaso colectivo, universo estético y social autorreferencial que en su ámbito sustituye al Estado y sus tentáculos. Su desalojo gradual en 2014-2015, el traslado de las más de mil familias que allí habían asentado residencia y negocios y los inviables proyectos de rehabilitación por parte de un estado arruinado no hacen otra cosa que confirmar el proceso de iconización, la inserción en la intrahistoria de los venezolanos y, por tanto, la profunda relevancia de este contemporáneo palacio de Diocleciano de hormigón, merengue y rezos evangélicos. El Mundo-El Día de Baleares.