26 enero 2006

De la foto vieja al lienzo

Steve Afif - Altair

No es tarde todavía para visitar la exposición de Steve Afif (Alejandría, 1943). Este sefardí ligado a Mallorca es menos un pintor que un contador o, mejor, un evocador de historias. Se trata de un prolífico autor de pequeños formatos, de los que ha acabado más de quinientos el pasado año y expone casi setenta; y sus obras, esencialmente fragmentarias y más sugerentes que narrativas, se aproximan por ello a la forma de significar del fotograma cuando lo aislamos de su secuencia: abiertas y desamparadas.

El discurso de Afif se asienta sobre una serie básica de semantemas: un pasado en general brumoso y frío, pero casi siempre gris o sepia fotográfico; el anonimato de unos personajes que viven cotidianamente la melancolía y la violencia; o el gusto por el detalle significativo –a veces incluso simbólico: una prenda, un espacio de la casa, un miembro– antes que por el todo –sólo algunos óleos muestran paisajes completos en un sentido clásico–. Como consecuencia de esto último, se da un desplazamiento del encuadre hacia lo que bajo otras premisas no ocuparía sino un rincón de la escena. Sólo el interés por atender al detalle que habitualmente ignoraríamos en una foto vieja explica que en Madre muerta sólo encontremos la mitad inferior de un cuerpo desnudo y yerto sobre la cama; o que su Perro muerto yazca en un rincón inusual en la perspectiva más canónica: los perros no eligen dónde caer, ni quien los mira lo hace desde el caballete o la lente. En ese sentido, la pintura de Afif es profundamente humanista y compasiva: la medida de todo es la mirada del hombre cotidiano, y no la del héroe, ni la del historiador, aun en contextos extremos como son un campo de exterminio o una aldea ruandesa. Gran desolación permea su Treblinka, en el que la perspectiva semicenital y la crudeza del invierno representan un contraste brutal con la conciencia de una presencia humana. Uniforme nos habla sustantivamente de lo que fue segunda piel –casi segunda naturaleza– de las víctimas de la barbarie. Infantería traslada la crisis humanitaria a nuestros días y rescata de la sombra sólo el gesto huérfano y huraño del niño soldado. Última Hora.

18 enero 2006

El horror y el deseo

Sandra Vásquez de la Horra. Alquimia fantástica. Dibujos (2003-2004) - Jule Kewenig

La exposición que actualmente ofrece Jule Kewenig no es una exposición al uso. Me pregunto qué clase de cliente se acercaría a un establecimiento de arte, compraría unas imágenes básicamente horripilantes y las colgaría en su despacho. No se puede decir que Sandra Vásquez de la Horra (Viña del Mar, 1967) apueste por lo comercial, lo que siempre debería despertar el interés de la crítica.

El discurso de los dibujos encerados de esta artista chilena afincada en Düsseldorf se despliega a medio camino entre lo mitológico, lo demoníaco y lo freak. Sus seres desproporcionados o truncados, a los que faltan miembros o cuyos miembros encajan con dificultad, expresan un mundo de conflicto en el que conviven el deseo y el horror. El concepto alquímico de la mezcla y el impulso de la creación se hallan en la raíz del oxímoron, uno de los mecanismos más eficaces para desautomatizar la percepción del espectador: el empleo de la inconsecuencia, la combinación de elementos que naturalmente no se corresponden o que abiertamente se repugnan. Así sucede con la asociación de elementos humanos y animales (liebres con rostro humano, personas con cabeza de elefante o gato) o monstruosos en un mismo ser, con influencia evidente de mitologías primitivas y explícita del culto yoruba afroamericano (Elegguá, drive me). Así también, muy marcadamente, con la atribución de carácter lascivo a aquello que nos resulta aborrecible (Moziko, Necesidad creada). En ocasiones, se añade una nota humorística a lo macabro, en una línea que nos recuerda mucho a algún dibujante español tristemente fallecido (Peos palomitas de maíz).

La comisaria Barbara Heinrich habla de la disposición de los dibujos sobre la pared a modo de retablo. Nos inclinamos a recordar también la vieja costumbre española de exponer exvotos en las iglesias: frente a la tradicional manifestación de gratitud, la presencia de textos que explican alguna clave o complementan el dibujo permite, en este caso, delimitar por medio de la ironía las tensiones en él contenidas y, por consiguiente, conjurar –de alguna manera mágica– sus posibles males. Es Alquimia fantástica un magnífico manual de emociones subterráneas, no todas ellas de fácil consumo en sociedad. Última Hora.

13 enero 2006

Art Report 2005

Art Report 2005 - Diario de Mallorca y Fundació "Sa Nostra"

La segunda edición de Art Report –una muestra que empieza así, a la chita callando, a constituirse en modesta bienal– presenta al público una selección de la obra de seis artistas baleares o relacionados con las islas: Miquel Barceló (Felanitx, 1957), Biel Capllonch (Palma, 1964), Barry Flanagan (Prestatyn, 1941), Luis Macías (Palma, 1962), Bernardí Roig (Palma, 1962) y Amparo Sard (Son Servera, 1973); un importante y veterano artista galés que vive entre Dublín e Ibiza desde 1987, cuatro jóvenes mallorquines y una figura muy consagrada con la que se quiere añadir solidez la exposición.

De entre todas las aportaciones –sin menospreciar el mundo revelado de Barceló, las liebres pícaras de Flanagan o la ironía de tebeo underground de Macías–, quiero fijarme en las de Bernardí Roig y Amparo Sard, que me parecen auténticos fogonazos de talento. Del primero, la instalación Sound Exercises (2005) abunda en la precariedad humana: el cuerpo decadente, dotado no obstante de una enorme rotundidad –y su perfección formal no es un valor menor–, resulta dignificado en cuanto receptáculo de una vida completa y se erige en paralelo de la derrota moral o existencial. El cuerpo, pues, representa por sí mismo, pero también por contraposición a la luz en que se apoya como si se tratase de una ventana cerrada tras la que nos deslumbrase el resplandor de una verdad inalcanzable e insoportable; como si nuestra naturaleza fuese vivir en la sombra.

Amparo Sard, la más joven de los artistas seleccionados por el comisario Biel Amer, opta por trasladar su idea (La dona mosca, 2005) al papel, a través del procedimiento de la perforación, y al formato DVD. Al margen de cierta elementalidad técnica, el desarrollo en imágenes del concepto es muy efectivo. La combinación de los contados elementos que las componen (el cuerpo de la mujer, la mosca que nos inquieta y los objetos que podemos encontrar en cualquier cuarto de baño sumariamente equipado: el agua, el tapón del desagüe, el grifo, la bombilla) forma un original baile de marionetas en el que la impresión que se nos transmite con mayor densidad es la de angustia. La huida, la luz como asidero, el desagüe como amenaza o solución, la mosca como único correlato vivo de la mujer, el nivel del agua en ascenso, los cabellos revueltos, la búsqueda de un equilibrio imposible... Un complejo de sensaciones que no podemos explicar, pero sí compartir.

La muestra hubiese merecido un catálogo mejor trabajado en los textos (sólo destacaremos el de Catalina Cantarellas sobre Miquel Barceló) y en su realización material. No obstante, podemos hablar de una cita en el futuro imprescindible. 13 Newsletter.

12 enero 2006

Un teatro de la vida

Llabrés Campins. Com passa el temps! - Joan Oliver “Maneu”

Se ha dicho que la pintura de Antonio Llabrés Campins (Vilafranca de Bonany, 1965) traduce un universo de “cotidiana normalidad, alegría”, que testimonia “la existencia de la felicidad”. Y es verdad que en los cuadros del mallorquín aparecen la luz y un mar dichoso que cualquiera identificará de inmediato con el Mediterráneo, imbricado –como paisaje o sustento– en el tejido de la existencia humana, al igual que la ciudad, el campo, la calle, el vino o la herramienta. Los colores planos tienden a resaltar aspectos positivos de la realidad y las figuras son, como sugirió Arnau Puig, semejantes a marionetas manipuladas y dispuestas a fin de desempeñar un papel en el conjunto. En este sentido, y también merced a un uso tremendamente eficaz de la perspectiva simplificada, podemos hablar de dramatismo en los acrílicos de Llabrés Campins. Y las escenas representadas suelen tener que ver con el intercambio y, en particular, con celebraciones del feliz funcionamiento del cuerpo social.

No obstante, un elemento fundamental en sus composiciones son los rostros de la gente; o el rostro, dado que Llabrés emplea siempre los mismos y estilizados rasgos para todas sus figuras humanas. Esos rostros no sonríen; y lo que otros han calificado de “sosegada tranquilidad” resulta, bien mirado, inquietante sometimiento. Acierta Gudi Moragues cuando adivina que “todos y cada uno de los seres que aparecen en sus pinturas saben cuál es su cometido” en un mundo en que “la desorientación no tiene cabida”. Y a mí esto, más que tranquilizarme, me desazona profundamente. Las actitudes aparentemente festivas de los personajes vienen marcadas por las estaciones, por el clima, por la costumbre, por la fatalidad, tal vez por el tedio frente a lo que toca. Lo que de otro modo podría interpretarse como celebración del ciclo anual se convierte, en virtud de una caracterización estandarizada, en un determinismo que los títulos recalcan y ante el que no caben sino la resignación y un tibio remoloneo en los colores, en los frutos del trabajo, en los juegos que consuelan, en los bailes que, marcados por el calendario, seguramente endulzan el trago. El lenguaje de Llabrés Campins es universal y vibrante; su suave fatalismo, inteligente y genuino. Última Hora.

11 enero 2006

La mirada inteligente

Manuel Patinha. O olhar inteligente - Museu da Fundação Cupertino de Miranda. Vila Nova de Famalicão (Portugal)

Hace ya años que el zamorano y mallorquín Perfecto Cuadrado es coordinador del Centro de Estudos do Surrealismo de la Fundação Cupertino de Miranda en Vila Nova de Famalicão, una localidad del distrito de Braga, en el norte portugués. Esta villa y la mencionada fundación se han distinguido por constituirse en sedes de eventos culturales de alcance transfronterizo, y en particular por su relación con las artes plásticas y con la corriente surrealista que a lo largo de todo el siglo XX ha informado buena parte de la producción artística occidental.

En la actualidad y bajo el título La mirada inteligente, la Cupertino de Miranda presenta la obra de Manuel Patinha (Póvoa de Santa Iria, 1949), un autodidacta que colaboró estrechamente con Cruzeiro Seixas en los setenta y ochenta y establecido desde principios de los noventa en Galicia, desde donde irradia su actividad y desde donde, tanto en España como en Portugal, se ha ganado un notable prestigio como pintor, escultor y grabador. Su obra ha sido expuesta a lo largo y ancho de Galicia y Portugal, así como en Madrid, Barcelona, Francia, Italia y Brasil; y está presente en colecciones como las de los Ayuntamientos de La Coruña, Narón y Lugo, las Universidades de Aveiro y La Coruña y diversos museos de Orense, Vila Franca de Xira, La Coruña, Lisboa, Penafiel y Marbella.

La mirada inteligente ofrece primeramente una serie de dibujos en tinta china y acuarela (especialmente interesantes los correspondientes al período 1979-1980) en que apreciamos dos tendencias. En una, la combinación de contextos referenciales (paisajes y arquitecturas gallegas) y personajes o elementos de carácter onírico dan al conjunto un matiz inquietante y simbólico que aún no justifica, sin embargo, la calificación de surrealista; es el caso de La vida secreta del monasterio (1980). La segunda, caracterizada por un punto de fuga muy bajo, las sombras alargadas que proyecta un sol de atardecer ausente, llanuras escuetas, rocosas y desiertas como contexto, un amplio espacio aéreo en que evolucionan seres de naturaleza mixta –a medio camino entre lo orgánico y lo industrial, entre lo animal y lo humano o entre lo masculino y lo femenino– e inexplicables presencias que amenazan con la agresión o el desmembramiento, determina una obra ya plenamente surreal y de raigambre daliniana –sin que falten tampoco los detalles inspirados en Picasso, el canario Óscar Domínguez o tal vez Yves Tanguy, como señala el profesor Monterroso. La muestra incluye también una serie de óleos de la misma época donde esos elementos confluyen hacia un universo más ordenado y conciso, pero también más tétrico en el tono y en su cromatismo. La aparición de arquitecturas modernas e industriales, estandarizadas y abrumadoras, y de personajes mutantes y extrañamente serenos añade un ingrediente urbano y moral a los eriales de Patinha, que adquieren así cierto matiz expresionista.
Me interesa sobre todo la bellísima serie de acuarelas sobre papel de 1981, titulada genéricamente La vida sexual de las plantas, en que seres fantásticos e, incluso, de designaciones fantásticas (Pirilampo eléctrico) desarrollan sus actividades o sus meras presencias en una permanente orgía de (con)fusión: la combinación de lo vegetal y lo animal, de lo aéreo y lo acuático, la semejanza de los dibujos a los del cuaderno del naturalista por sus colores y su delineación, sus arbóreos en provocativas actitudes, las alusiones continuas al sexo, la procreación, la gestación y la maternidad, en fin, hacen de esta serie un espléndido homenaje a la vida que, al modo surrealista, en ningún momento muestra cuerpos u órganos naturales realmente clasificables. Es aquí donde, a mi juicio, alcanza Patinha un acento propio y trasciende etiquetas e influencias, y donde se encuentra también el germen de su escultura posterior. Finalmente en el apartado pictórico, la muestra presenta una serie de óleos con arena de 1995, en que los títulos (Corpete, Alarbo, Petarro, Asasi, Tricón...) designan objetos imaginarios, geometrizantes y simétricos, de un cromatismo muy diferente al de sus óleos de 1978-1980.

Completan la muestra varias piezas en metal, casi todas ellas pertenecientes a la última década, en la que Patinha se ha dedicado principalmente a la escultura. Una estilización muy acusada da cuerpo a algunas de las estructuras que ya había practicado en la pintura: figuras humanas muy suavemente sugeridas y de límites básicamente ondulados, vagas inclinaciones de la materia como quintaesencia de la personalidad, simetrías próximas a lo dicotiledóneo... Con motivo de la muestra, la Fundação Cupertino de Miranda ha editado un hermoso catálogo (atención al magnífico texto de Juan Manuel Monterroso Montero) y el número cuatro de la revista Cadernos do Centro de Estudos do Surrealismo, también dirigida por el profesor Cuadrado, que recoge una selección de los poemas de Patinha y de sus dibujos a tinta china del año 1979. Amb l'Art.

08 enero 2006

Un año de crítica

El que será mi primer año de colaboración en Última Hora ha sido gratificante por muchos conceptos. Gracias al apoyo de mis compañeros y de muchos artistas y galeristas mallorquines que asumen los motivos por los cuales la crítica de arte es una labor necesaria, he aprendido mucho en su ejercicio, de febrero acá.

La crítica puede y suele adolecer de muchos vicios: la ignorancia, el diletantismo, el compadreo, la frivolidad, la venalidad, la torpeza, el abuso... Demasiado a menudo, lo que se presenta como comentario no es más que verborrea inane, aderezada con algunos tecnicismos a fin de aparentar fundamento, pero absolutamente inconexa con la obra. Si el crítico no ciñe bien su análisis al discurso artístico, crea un discurso paralelo; y ya sabemos que las paralelas no se cruzan. El perspicaz Flaubert arremetía furiosamente contra los críticos en cuanta ocasión se le ponía a tiro. En su impagable correspondencia con Louise Colet afirmaba que “leer críticas es perder el tiempo”, pues no sirven sino “para fastidiar a los autores y embrutecer al público”. El roanés aseguraba que “se hace crítica cuando no se puede hacer Arte, igual que se hace uno delator cuando no se puede hacer soldado”; y, leyendo a algunos críticos, le concederemos la razón.

Otro modelo lo ofrece el crítico literario canario Jorge Rodríguez Padrón cuando habla del “riesgo que conlleva la decisión de tomar [la palabra] y hacer uso de ella para explorar comportamientos individuales y sociales, y para con ella ponernos frente a nosotros mismos, sin subterfugios, disimulos ni mentiras”. Con estas líneas prologa su libro Salvando las distancias, y con ellas me gustaría renovar mi compromiso con el lector. Molts d’anys! Última Hora.