19 julio 2001

La sal de la tierra

Klaus Berends. Ustedes son la sal de la tierra - Hotel Tofio (Tarajalejo)

Lo que un día fue la planta desaladora del Hotel Tofio de Tarajalejo es hoy un espacio para la cultura, por obra de un viejo conocido del arte plástico en Fuerteventura, Klaus Berends (Papenburg, Baja Sajonia, 1958). Radicado desde hace casi quince años en aquel pueblecito de la costa de Tuineje, el alemán ha desplegado su ingenio en sucesivas instalaciones artísticas: Canoa (Las Palmas y Puerto del Rosario, 1993; Rendsburg, 1993; Papenburg, 1994), Renewal Parts. S.S. America (Santa Cruz de Tenerife, 1996; Bremerhaven, 1998; Puerto del Rosario, 1999) y, ahora, Ustedes son la sal de la tierra. Todas ellas se caracterizan por la presencia del mar y la embarcación y por el aprovechamiento de objetos arruinados y material reciclado.

El actual proyecto de Berends, que fue presentado el pasado viernes 13 y se mantendrá abierto durante tres meses, ha sido cofinanciado por distintas entidades públicas y privadas, entre ellas Gobierno de Canarias, Cabildo de Fuerteventura, Ayuntamiento de Tuineje, Colegio de Arquitectos, Aena y Club Hotel Tofio (propietario del local). Para la ocasión, el autor y el Cabildo han editado un espléndido catálogo trilingüe que muestra, con fotografía de Volker Peick y textos de Jonathan Allen y Hans-Jürgen Heinrichs, en qué consiste la instalación.

Ustedes son la sal de la tierra es un montaje con altas dosis de esteticismo y que pretende ser también ético. Su simbolismo, explicado por Allen en su ensayo introductorio, nos pareció un tanto inaprehensible sobre el terreno. La relación entre la presencia de las pateras y la sal evangélica derramada por el suelo se nos antojó por un momento, tal vez, traída por los pelos. Y la proyección de un haz de luz sobre un lienzo a través del tanque desalador, apenas sin espacio para percibir su sentido, nos dejó insatisfechos. La posición física del público asistente a la presentación no era la más adecuada.

Al menos desde los ángulos en que la presentación se produjo, el visitante de la planta desaladora encuentra imposible apreciar las intenciones del autor. En las magníficas fotografías de Volker Peick que ilustran el catálogo, no obstante, los filtros, la iluminación y, sobre todo, el juego de perspectivas transforma lo que parecía deslavada suma de elementos en un conjunto dotado de significado. O de significados. La relación entre el milagro químico del agua y la sal numerosa, el dominio de la naturaleza, la victoria sobre la miseria, los ciclos de la historia, la inmigración ilegal y la cita del Evangelio de Mateo (recordemos también a César Vallejo y sus mendigos, “refrendando así, con mano gótica, rogante, / los pies de los Apóstoles”) se revela de forma bastante referencial en el paisaje que refleja una de las fotografías del catálogo, en la que la patera parece remontar un mar de olas de sal a la luz del disco lunar. Pero hace falta esa precisa perspectiva para degustar la imagen: la posición adecuada es sobre la superficie del mar de sal, y no fuera del mar de sal. Sólo desde el interior del montaje es posible el montaje.

Lo que en la presentación nos pareció espacio vacío, agrupación de elementos desprovista de un significado común, en las imágenes de Peick resulta objeto orgánico, bastante lejano de la vanguardia pero también de un clasicismo fácil. En cierta instantánea que recoge en tonos verdeazulados el fondo de la sala, las distintas alturas del techo, la presencia central de la columna y la luz lateral transforman ese espacio aparentemente informe en un hermoso juego de matices en que el volumen queda abolido fuera del mar de sal. El fondo desconchado y con pegotes de cemento, pintura o humedad significa sencillamente, en su aparente inmovilidad, el paso incansable del tiempo; y el ojo del autor de la instalación nos ayuda a descubrir cómo ese mismo tiempo reduce lo que un día fue útil a objeto de cuya contemplación podemos disfrutar, sin estridencias, de forma abstracta. Los montones de sal, que Berends asoció en la presentación a las dunas del paisaje majorero (quizá una concesión a las autoridades presentes), componen un mar pleno de vida pero detenido, sobre el que es necesario actuar -proyectar luces y sus correspondientes sombras- para que el hombre pueda reconocer en él el reflejo de su propia trayectoria vital y los indicios de la redención posible.

No hay gran densidad de contenidos éticos en el montaje, pero los que están fraguan, sin duda, en el soporte fotográfico. La colección de imágenes de Peick sobre el montaje de Berends constituye el mejor éxito del proyecto. Nos gustaría verlas expuestas, en ese espacio o en otro, y nos gustaría también que la continuidad que ha faltado en otros locales tras sus respectivas inauguraciones se verifique aquí. Tarajalejo es un pequeño refugio de creadores y podría convertirse, si no lo es ya, en la meca artística del municipio de Tuineje. La utilidad de la vieja desaladora, un edificio bello en su parquedad, no debería agotarse en el proyecto aislado de una persona con inquietudes. Canarias 7 Fuerteventura.

12 julio 2001

Paisajes personales

Paisajes personales - Casa de la Cultura de Puerto del Rosario

Hasta el 20 de junio exponen su obra en la sala de exposiciones de la Casa de la Cultura de Puerto del Rosario dos jóvenes pintores residentes en Corralejo: Luis de Dios (1969) y Luis Ruiz (1973). Son de formación autodidacta; si el primero declara provenir del campo del tebeo, el graffiti y la ilustración, el segundo es muralista y decorador de espacios festivos. Los dos han trabajado y trabajan para empresas relacionadas con el mundo del surf. Quienes, salidos de ese mundo bronceado y salitroso, se llaman artistas suelen tener un concepto del arte un tanto indefinido, a medio camino entre la actividad física que caracteriza a los deportistas del mar y la esterilidad intelectual (que, todo hay que decirlo si hemos de ser maledicentes, también suele caracterizarlos). Lo plástico entendido como desahogo, como un excitante más de los sentidos: amanerado, chillón, falsamente surrealista, dinámico, no muy riguroso.

Luis de Dios y Luis Ruiz son dos estupendos dibujantes. Para que puedan ser considerados dos artistas faltan aún algunos pasos, y fundamentalmente falta que ellos mismos se convenzan de ello. El arte se diferencia de la decoración y de la moda en que éstas son triviales, sólo aspiran a que el entorno sea más agradable. Por el contrario, el arte no se agota en las primeras sensaciones; excita el intelecto y, a través de algún mecanismo indefinible que lo demuestra emparentado con el ritual mágico, excita el sentimiento de una forma nueva, no trivial, enriquecedora. Quien admira una obra de arte se renueva, desautomatiza su percepción, es otra persona distinta a la que era antes de contemplarla. El arte enseña por caminos que no son didácticos, emociona sin sensiblerías, asombra sin recurrir a fáciles expedientes tremendistas. No basta con dominar la técnica hasta cierto punto. Académico o no, es necesario un bagaje interior que, siento decirlo, no se adquiere en la cresta de la ola.

Es significativo que Luis de Dios se refiera en sus obras a Tamara de Lempicka y a Salvador Dalí: si la primera fue la reina del art decó y de la era del jazz, el catalán se promocionó como gran épateur, como gran artista con pose de gran artista. Ni lo uno ni lo otro (pese a los grandes méritos de ambos pintores) responden a la esencia del arte, sino a lo que podríamos llamar sociología del arte. El artista se hace en el interior: en el interior de su estudio y en su propio interior. Todo lo que responde a modas, tribus y producción de consumo no es arte. Puede ser otra cosa, y puede ser incluso valioso, pero no es arte.

De Dios y Ruiz han logrado una muestra con una alta dosis de coherencia. Paisajes personales no tiene gran densidad, pero sí es demostración de un trabajo concebido, emprendido y sostenido con intención y durante un período de tiempo suficiente. En Ruiz destaca el trazo ágil de sus acuarelas y serigrafías, entre las que destaca la muy hermosa serie “Embarazada”, de ecos willendorfianos. Los colores vivos y la expresión descarnada adscriben algunas de sus obras a un expresionismo fácil, muy relacionado con el mundo del tebeo, que remite en ocasiones a los dibujantes de El Víbora o Metal Hurlant.

También De Dios toca el tema de la gestación; es el caso de “Madre”, que incluye toda una oración en ese sentido. El joven pintor concede notable importancia a la inclusión de textos en su obra plástica, lo que se explica en parte por su procedencia profesional. En general, sus estudios anatómicos destilan una sensualidad cierta y palpable, muy evidente en “Pantera”. Resaltar la musculación y los pliegues de la carne por medio de una luz irreal, flexible y morosa consigue dotar a sus figuras de una carnalidad muy sujeta a la tierra: De Dios pinta carne llamada al polvo. Ambos pintores efectúan en Paisajes personales, entre otras cosas, un homenaje a la anatomía humana. Hay que invitarles a que no desfallezcan. Canarias 7 Fuerteventura.