10 marzo 2002

La obra de Núñez y Perera

Tomás Núñez y Carlos Eloy Perera - Casa de la Cultura de Puerto del Rosario

Puerto del Rosario se ha enriquecido recientemente con la presencia de El autoestopista, de los cubanos Tomás Núñez González y Carlos Eloy Perera Cosme, en una de las rotondas que desde el sur dan acceso a la ciudad. El reciclaje de objetos de desecho presta a esta figura un sabor muy especial, acorde con una filosofía de relación entre arte y sociedad muy recomendable. El autoestopista es una de esas obras que no pueden pasar inadvertidas: quizá está llamado a erigirse en emblema de la capital majorera, tal como le sucediera antes a las populares culonas del Homenaje a la fraternidad de Paco Curbelo. Los escultores antillanos han compartido durante su estancia en Puerto, además, una interesante exposición en la municipal Casa de Cultura.

En relación con la pintura de Eloy Perera, Leo García Enguita me sabrá disculpar que aproveche sus palabras: “reminiscencias infantiles”, “influencia goyesca”. Los personajes de Perera muestran, aunque de forma embrionaria, el espíritu que existe o debe existir detrás de la mirada. De Goya toma, no sabemos si voluntariamente, el ambiente opresivo que rodea a ciertos grupos, algunos rasgos de color rebosantes de un pavor expresionista, una suerte de aire onírico en torno a las figuras, que más que descritas son pensadas o interpretadas. La inocencia infantil resulta evidente en la presencia abrumadora de rostros de niño, de ojos enormes, a veces próximos al cómic japonés, así como de entrañables mascotas bidimensionales, como soñadas.

Tomás Núñez muestra en sus vidrios pintados una abigarrada y optimista atmósfera caribeña, de marcados rasgos afrolatinos. Más artesano tal vez que Perera, quizá menos idealista y más profesional, su habilidad en el manejo de los materiales dota a su producción de una definición decisiva, por ejemplo, en el aspecto comercial, pero no solamente desde ese punto de vista. Sabe lo que quiere y lo plasma. En sus manos, el metal inerte se transforma en carne flexible y adquiere un movimiento sorprendente. El equilibrio de las fuerzas que actúan sobre el cuerpo humano, las consiguientes tensiones musculares y el natural balance de los miembros están perfectamente asumidos en la chapa y la tuerca soldadas de forma sólo aparentemente arbitraria. Sus máscaras explotan los recursos de la caricatura. Sus equilibrios son fundamentales, y el dinamismo con que impregna manillares, pedales y resortes (recuérdese su Perro) es máximo.

Ambos artistas prosiguen su viaje juntos, y tras trabajar en Fuerteventura visitan Madrid, Barcelona y puede que Valencia, donde tendrán oportunidad de exponer, relacionarse, estudiar y visitar museos. No cabe sino desearles buena fortuna. Canarias 7 Fuerteventura.