14 junio 2007

Lo telúrico y el tiempo como esencia del hombre

José Portilla. Retablo de los tiempos - Empire Art

Pintor de éxito y de amplio eco internacional, con estudio en Barcelona y en Salamanca, precede a José Portilla (Villaverde de Guareña) una fama de pintor de la naturaleza que, por ejemplo, ha permitido al premio nacional de literatura Antonio Colinas hablar de una pintura “representativa de lo telúrico, que en sus cuadros no es cualquier tierra, sino la del origen”. Naturaleza y tiempo serían, por tanto, los dos ejes temáticos principales de una pintura con la que el artista salmantino parece manifestar su fe en que ciertas señales de lo humano trascienden pese al vértigo temporal.

Caracteriza la obra de Portilla una hermosa suerte de saturación: cromática y matérica, pero también gestual. No son sus cuadros obras de gesto rápido o improvisado; la minuciosidad con que aplica el empaste, el rascado, el pulido, el corte o la pincelada dicen mucho de una actitud consciente y reflexiva frente al hecho creativo. Y, sin embargo, la sensación que transmite la obra acabada es de una naturalidad extrema: ese gesto minucioso no es protagonista, sino medio para alcanzar un lenguaje puro de integración con la naturaleza. En su universo matérico están el árbol (la corteza cuarteada, pero también el utensilio de madera desgastada), la piedra (pulida, rayada o estratificada), el metal (en ciertos brillos minerales, en el aporte industrial del estaño), los pigmentos naturales (lo ocre y terroso, la clorofila, los cabrilleos del agua bajo el cielo, los musgos, el óxido)… Como vemos, Portilla siempre traduce la acción del tiempo.

Otro factor importante en su gramática es la manipulación del espacio conforme a cánones no lejanos al viejo constructivismo. El autor compone sus piezas sobre maderas que podrían formar un puzzle, de concepto abstracto pero emparentado con la organización de las hojas de una puerta, de un mueble cajonero, incluso de las ventanas del sistema operativo de un ordenador: trastocando los espacios (delimitándolos en color, a veces ocupándolos, pero otras vaciándolos en receptáculos en vivo contraste con el conjunto), Portilla explota las posibilidades de la obra como expositor, como instrumento comunicativo, como ordenado ámbito de diálogo. En esa destrísima combinación de lo geológico y lo geométrico, Portilla gestiona un discurso doblemente arraigado en el telurismo. Última Hora.

07 junio 2007

Las chicas son guerreras (entre otras cosas)

Ana Miralles. A flor de pell - Casal Solleric

La colaboración con Florentino Flórez y Joan Roig en el campo del cómic es un activo cuidadosamente cultivado por el Solleric y hace presagiar muchos más éxitos. Con A flor de pell, se añade una valiosa perla al hermoso collar que desde hace unos años van enhebrando a base de lo mejor del tebeo español e internacional. Es el turno de Ana Miralles (Madrid, 1959), una excelente dibujante valenciana de impecable factura y un éxito fundado en la conquista del mercado francobelga.

No disponemos de espacio para ponderar la participación de Miralles en diversas revistas desde los años ochenta: Madriz, Cairo, Heavy Metal, Marie Claire o Vogue entre muchas otras, así como en la ilustración de libros. Nos ocuparemos brevemente de sus álbumes publicados, desde El brillo de una mirada (1990), con guión de Emilio Ruiz, una incursión clara en el erotismo y una apuesta definitiva –tras algunas vacilaciones estilísticas– por el realismo que la va a caracterizar en adelante. Con las tres entregas de Eva Medusa (1991-1994, con Antonio Segura) comienza su colaboración con Editions Glénat y se establece con autoridad en el terreno de las dibujantes de mujeres de carácter: la lolita, la femme fatale, la chica guerrera... El trazo de Miralles poco a poco se enreda en líneas sinuosas y fluidas que hacen que sus dibujos cuadren tan bien con ambientes orientales y africanos.

Vuelve a trabajar con Emilio Ruiz en los tres volúmenes de su magnífica adaptación de la novela de Juan Eslava Galán, En busca del unicornio (1997-1999), donde a las virtudes ya demostradas se une una documentación minuciosísima (histórica, geográfica, zoológica), un sentido del detalle admirable y una influencia notable del Hal Foster de El Príncipe Valiente. “Ahí aprendí a dibujar”, afirma la autora. De su actual serie, Djinn (2001), escrita por Jean Dufaux y publicada originalmente en el gigante del cómic Dargaud, ha lanzado ya seis álbumes con enorme éxito internacional: ambientes orientales, con rasgos que son herencia de Fortuny o de Delacroix, un manejo desacomplejado del color, el juego temporal, la eficacia narrativa, un intenso pero refinado erotismo hacen de esta obra, sin duda, una de las mejores manifestaciones del cómic español contemporáneo. Última Hora. Luke.