09 diciembre 2000

Tragedias atlánticas

José Dámaso. Tragedias Atlánticas - Molino de Antigua

José Dámaso nace en 1933 en Agaete, donde realiza su primera exposición a los dieciocho años. Desde entonces y hasta hoy expone con frecuencia su obra y participa en muestras colectivas y prestigiosas bienales en numerosas ocasiones. Las salas de todas las Islas Canarias, quizá con la excepción del Hierro, han visto desfilar sus obras, así como las de las cuatro esquinas de la Península; pero también ha visitado muchos y significativos rincones de Europa, África, América del Norte y del Sur. Dámaso ve reconocida su impresionante trayectoria en 1996 con el Premio Canarias de Bellas Artes.

Hasta el 16 de diciembre nos visita. El pintor grancanario ya expuso este año sus Tragedias Atlánticas en la isla de Gorée (Dakar, Senegal), y ahora las muestra en la Sala de Exposiciones del Molino de Antigua. No es la primera vez que el artista pasa por Fuerteventura: en 1980 hizo aquí su personal homenaje a Unamuno, coincidiendo ese año con la inauguración del monumento al escritor en Montaña Quemada. Además, algunas de sus obras se han expuesto en las galerías del Centro de Arte Canario en La Oliva (Casa Mané). En esta ocasión nos trae a casa el sabor del África que tanto ama y las miserias de la emigración, por medio de una exposición que lo es a la vez de sí misma y de la corriente espaciotemporal que enlaza dos islas oceánicas, más próximas de lo que se creería a primera vista.

Tragedias Atlánticas parte del hecho de que no es la primera vez que el pueblo africano emprende una emigración obligada. La trata de esclavos que entre los siglos XV y XIX expolió las costas africanas es un precedente que guarda un paralelismo acusado con el fenómeno de la inmigración ilegal. Movido por el desequilibrio económico, sometido a una forma indigna de comercio, acosado por el peligro de muerte y cercenado por el desarraigo, el inmigrante cruza el Atlántico en busca de un destino que esta vez desea. La vieja esclavitud respira, no obstante, en lo forzado de este flujo. Y el sufrimiento africano tiende una cadena desde la Casa de los Esclavos de Gorée, desde donde en una época partieron los barcos negreros para su travesía atlántica, hasta las playas de Fuerteventura, donde termina la aventura de las pateras de hoy.

La exposición incluye tres hermosísimos trípticos que fueron expuestos por primera vez en Dakar en 1966, durante el Primer Festival Mundial del Arte Negro, y dan cuenta de la ya antigua preocupación de Dámaso por el África negra. La cruz es en ellos símbolo universal de amor y de sufrimiento, porque no hay pueblo que más haya sufrido que el africano, y aporta la tensión lírica de lo religioso. Es signo de sincretismo y mezcla de culturas pero, así mismo y por su disposición, de la incomprensión que, en este caso, quizá aprisiona o uniforma, más que enmarcar, al africano. La rápida sucesión del blanco y el negro en Tríptico de la pequeña niña negra muerta y en Tríptico Kakilambé, el entrelazado de los planos plástico y lingüístico y la presencia de la cruz como marco y prisión simultáneamente confunden los papeles (lo europeo / lo africano, el espectador / el sujeto paciente, la comprensión / la aniquilación) y animan la conciencia del que mira. En el Tríptico de la Crucifixión negra un rostro asoma entre dos manchas oscuras, entre dos pozos de sombras que podrían ser el antes y el después del sacrificio.

La acuarela Concha y barquito de papel (1951) está también presente en Tragedias Atlánticas como un precedente o nexo que hay que tener en cuenta: la pasión de Dámaso por la embarcación como motivo pictórico enlaza con cuadros de Patinir, Géricault o Böcklin por un lado, como señala Orlando Britto Jinorio en su introducción al catálogo de la exposición, y por otro con el tema principal de la propia obra de Dámaso en este año 2000: las pateras.

Dos series de fotografías y montajes fotográficos abren la exposición en una primera sala, como preludio de lo que veremos: Tarajalimbo y Árboles del mar, presentadas por el montaje Cementerio de pateras en Gran Tarajal, Isla de Fuerteventura. En las fotografías de la primera serie aparecen detalles conmovedores de las frágiles embarcaciones abandonadas. En alguna de ellas dos pateras permanecen juntas, borda con borda, como haciendo simultáneos los diversos instantes, las trágicas peripecias posibles del inmigrante: una muestra un abigarrado, casi animado contenido de bolsas, tristes zapatos abandonados, botellas de plástico, ropa sucia; la otra, anegada por el agua y sin más carga que la propia espuma, demuestra la temible insistencia del mar. En otra instantánea, el nombre de la embarcación ha sido tachado con pintura: ha desaparecido en el limbo de la emigración, que enajena incluso la identidad.

El cuerpo principal de la exposición comienza por Retablo del Atlántico, una impresionante escultura en madera que por sí sola (sin conexión con el resto de la muestra ni con concepciones previas) ya sería un objeto artístico admirable: la barca, puesta en pie sobre su popa y abierta en dos por el fondo, adquiere dimensión arquitectónica e inmediatamente dispone la conciencia para algún tipo de tránsito. Es una puerta, aunque una puerta dramática. En el contexto de Tragedias Atlánticas, presidida por una calavera, se convierte en puerta hacia no sabemos dónde, altar de sacrificio, retablo de la muerte, sarcófago que viaja...

La calavera es motivo básico de toda la muestra. En Proa verde y en Proa naranja, Dámaso consigue desazonar al que mira mediante la superposición de varios elementos: proa (la parte de la barca que señala el destino), triángulo (que de alguna forma recuerda lo absoluto), ventana (que debería proveer luz y quizá salvación) y calavera (que descoloca o cuestiona todo lo anterior). Ambas forman un conjunto con Patera naranja y Patera verde, donde la embarcación, privada la quilla de su habitual contacto con el plano del mar, se vuelve a convertir en altar. Los zapatos del emigrante, presentes en este conjunto y en otros objetos de la exposición, denotan la más inmensa inanidad: ¿qué hay más vacío que los zapatos abandonados de un caminante? Si la patera es altar para la hecatombe, la proa es tal vez sagrario o tabernáculo en el éxodo africano.

Los Héroes muertos son cadáveres que iluminan la realidad. Generalmente difuminados en la oscuridad de la noche sobre el mar, o en el grano de la fotografía de prensa, Dámaso rescata por medio de ventanas de nitidez partes de sus cuerpos inertes: rostros que reflejan una muerte serena, pero también pies de emigrante, manos que claman, brazos de madre. Con sus actitudes frías y elocuentes dejan al mundo sumido en sombra y denuncian su vanidad.

El corazón de la muestra es la instalación que le da nombre. Tragedias Atlánticas es un espacio tridimensional, un cubo en cuyo interior entra el espectador para sumergirse en un mar luctuoso limitado por los cuatro grandes murales de sus paredes interiores. En su centro, la decoración del barco de papel (recubierto de recortes de periódico) podría ampliarse hoy día 4, en que escribimos este artículo, con la noticia de un inmigrante muerto en Tarifa de un disparo, nada más desembarcar. Al margen de que se aclare el incidente y se depuren las responsabilidades que sean exigibles, la noticia no hace sino confirmar la materia trágica de que se nutren nuestras crónicas.

La instalación Tragedias Atlánticas asocia el barco con la calavera, el viaje con la muerte, el transitar hacia una vida mejor con el pasar a mejor vida. Las calaveras son balsas de la Medusa, pateras que se mueven en un mar desdibujado de bruma con sólo la esperanza por bandera, lanchas de desembarco tras las que esperan la marginación, la prisión o, en el peor caso, el disparo. Los africanos de los murales son el contenido, pero también la materia misma de la calavera: conforman con sus cuerpos y sus maletones la osamenta. Si bien la esclavitud y la emigración no han podido instalarse en el ser de África, porque la libertad está siempre en el corazón de los hombres, nadie podría ya comprender la tragedia del continente sin abarcar y relacionar esos dos elementos de su historia. Y hay que agradecer a Pepe Dámaso que nos ayude en esa labor necesaria. Canarias 7 Fuerteventura.