09 marzo 2005

Duplicidad o desdoblamiento

Gordillo Dúplex - Fundación Juan March

Los críticos han interpretado la obra de Luis Gordillo (Sevilla, 1934) en diferentes sentidos, pero siempre en conexión con la idea de crisis. Si para Miguel Cereceda es el resultado de la conciencia de haber llegado tarde a la vanguardia e, incluso, a la pintura –en un momento histórico en que tanto el concepto de vanguardia como el arte pictórico parecían abocados al olvido–, Francisco Calvo Serraller hace una interpretación psicologista de su trabajo. Nos parece más fecunda esta última perspectiva, que permite explicar mejor el significado de la duplicidad en esa obra. Negar el contenido psicológico de una obra presidida por la convicción de que en el proceso creativo se encuentra el germen de un abanico de obras posibles sería tanto como negar la personalidad poliédrica del artista y del hombre. Y el mismo Gordillo ha confesado en algún momento la relación que existe entre el psicoanálisis y su abandono del informalismo en los años sesenta, en favor de una figuración próxima al expresionismo y, por otro lado y sorprendentemente, al pop de Johns o Rauschenberg. Calvo Serraller lo ha definido como un artista “dualizado por los extremos”. Efectivamente, su obra supone una continua y fértil tensión entre el automatismo y la racionalidad.

Esta tensión se deja ver con claridad en la presente muestra. Frente a valoraciones más banales de la obra de Gordillo como “desinhibida” o “divertida”, por oposición al arte ideologizado de los setenta, encontramos una palmaria presencia de la reflexión sobre el arte en sus temas y en sus técnicas: una preocupación nunca resuelta que se autoproclama en figuras bifaces como Cuatro ojos (1965), Dos perfiles (1966) o Tricuatropatas A (1967). En ellas no encontramos la duplicidad como frívola expresión warholiana de la estandarización y la masificación de la vida contemporánea, sino más bien como traducción fiel de la tensión interior a que aludíamos: contemplamos rostros y miembros multiplicados que parecen moverse en imposibles direcciones opuestas. Las figuras que aparecen en las series de contenedores y bombos (1966-67) proclaman su difícil geometría, su encaje problemático en la realidad y, no obstante, una cohesión libérrima y obsesiva. En la serie de automovilistas (1968) aparecen estructuras acabadas pero insertas en el paisaje de forma conflictiva, simetrías que se ignoran como janos y manifiestan nuevamente una reflexión atormentada. Él, ella y su ello (1973), de apariencia más narrativa, expresa nuevamente un conflicto identitario por medio de la básica superposición de perfiles desdoblados.

Cuando el artista sevillano recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas (1981) llevaba una década practicando una pintura más humorística que irónica, que tal vez nos interesa menos pero que nunca deja de constituir un testimonio veraz de la complejidad del acto creativo y de la personalidad del artista. El expresionismo de Gordillo se inclina en los ochenta y los noventa hacia la abstracción, mediante estructuras a medio camino entre lo orgánico y lo geométrico: son los tiempos de No eres gato 2 (1986) o Estigmativas (1998). La progresiva sustitución del óleo (ya desde los sesenta) por el acrílico, los rotuladores, el collage y la serigrafía desemboca en la década de 2000 en el empleo de la estampación digital, por medio de la cual Gordillo sigue editando las posibilidades de la multiplicidad, es decir, de una identidad inquieta e inquietante. Última Hora.

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