02 mayo 2016

Permanencia en la ruina

UNA MUESTRA DEL IMPRESIONANTE PROYECTO MULTIDISCIPLINAR DE ÁNGELA BONADIES Y JUAN JOSÉ OLAVARRÍA

Ángela Bonadies y Juan José Olavarría. La Torre de David / El elefante blanco - Addaya Centre d’Art Contemporani en Centro Pelaires. Hasta el 7 de mayo de 2016

“Las cosas han de estar a medio hacer mientras se están haciendo”, escribió el maestro de Bolívar, Simón Rodríguez. “Mientras se están haciendo” como rasgo distintivo, pero también como límite: lo característico de las cosas cumplidas es que ya no están a medio hacer; de lo contrario caen en el “eterno inacabado”. Así lo recuerda el texto de Ángela Bonadies que acompaña el vídeo El elefante blanco, un impresionante montaje de imágenes pertenecientes al proyecto multidisciplinar La Torre de David (Caracas, 2010-2014), que firma junto con Juan José Olavarría. Ambos son artistas venezolanos de relieve mundial y –aún por unos días– llenan de voces, presencias y reflexión un pequeño rincón del Centro Pelaires.

La afilada precisión de sus cámaras y un discurso repleto de poesía y compromiso desprejuiciado con la realidad reinterpretan el complejo urbano inconcluso en un sentido social, histórico y antropológico. Bastan dos ojos y haber leído un par de diarios para reconocer como fracaso el proyecto del Centro Financiero Confinanzas, una quimera del magnate venezolano David Brillembourg que acabó en quiebra, abandono, saqueo y formación de una gigantesca comunidad okupa. Lo que aportan Bonadies y Olavarría es una sutil pero férrea reflexión que convierte esta nueva Torre de David en antonomasia del fracaso nacional y continental. En el texto de Bonadies, la Torre es una estructura orgánica y herida, que representa en sí misma al mismo tiempo la postración política, siglos de provisionalidad derivados del fracaso en la fragua de las naciones latinoamericanas; la deshumanización de la ciudad y la humanidad de los deshumanizados; la desigualdad económica, la marginación, la ilegalidad, la reorganización de los desahuciados al margen de la organización; la ley inoperante frente a la ley fáctica, el repleto vacío del estado de derecho. También, desde una perspectiva artística, la confrontación entre abstracción y figurativismo que parece emanar naturalmente de los organismos vivos.

La Torre es el “eterno inacabado” de Rodríguez: símbolo de todo fracaso colectivo, universo estético y social autorreferencial que en su ámbito sustituye al Estado y sus tentáculos. Su desalojo gradual en 2014-2015, el traslado de las más de mil familias que allí habían asentado residencia y negocios y los inviables proyectos de rehabilitación por parte de un estado arruinado no hacen otra cosa que confirmar el proceso de iconización, la inserción en la intrahistoria de los venezolanos y, por tanto, la profunda relevancia de este contemporáneo palacio de Diocleciano de hormigón, merengue y rezos evangélicos. El Mundo-El Día de Baleares.

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