12 octubre 2001

Un motivo de orgullo

I Simposio Internacioal de Escultura de Puerto del Rosario

La celebración en Puerto del Rosario del I Simposio Internacional de Escultura es un éxito del que los majoreros no pueden sino felicitarse. Un encuentro de tal magnitud tiene lugar muy pocas veces, en muy pocos lugares y, desde luego, nunca había sucedido en Fuerteventura, ni en Canarias, ni quizá en España. Albert Agulló, en los comienzos del encuentro, afirmó que sólo hace unos cuarenta años recordaba algo parecido en Barcelona, en el ámbito de la pintura. Motivo de gran orgullo ha de ser, por tanto, para quien organiza: la concejalía de Cultura del Ayuntamiento de la capital; para quien apoya de forma aparentemente firme y, desde luego, insustituible: la consejería de Cultura del Cabildo Insular; y para quienes nos beneficiamos de la presencia en nuestra ciudad de un puñado de grandes artistas y podemos admirar su trabajo en vivo: los ciudadanos.

Es encomiable, por otra parte, que ambas instituciones se hayan propuesto incluir en sus respectivos presupuestos partidas suficientes para que un acontecimiento de semejantes características se afiance y adquiera periodicidad anual. La influencia de artistas de prestigio internacional y las enseñanzas que se pueden derivar de las mesas redondas que se celebran en el marco del Simposio pueden ser, con el paso de los años, un factor esencial para el crecimiento cultural y profesional de los majoreros y, dependiendo de la proyección que se le dé al evento, de los canarios en general.

La previsión presupuestaria puede ser también un elemento de estabilidad que elimine los defectos de que este primer Simposio ha adolecido. Nos referimos fundamentalmente a la aparente escasez de medios y al incumplimiento de plazos y horarios, remediados con grandes dosis de una improvisación que, si en lo personal puede ser elogiable, en lo institucional ha de ser evitada. Nos referimos también a algunas carencias que no por accesorias dejan de empobrecer el encuentro: pese a que la organización ha hablado de la edición de un programa, llega casi el final del simposio y el programa sigue sin existir, por lo que las mesas redondas se anuncian públicamente en la prensa o mediante el boca a boca. Igualmente se ha echado muy de menos la presencia de un traductor-intérprete de inglés que, dada la diversa procedencia de los participantes, era necesario, máxime cuando se celebran mesas redondas exclusivamente en español. O un simposio es “internacional” o no lo es; a medias no vamos a ningún lado.

La crítica es necesaria para que los proyectos progresen, y con este ánimo la aportamos, codo con codo con nuestra efusiva enhorabuena por lo que sin duda es un hito en la historia de la cultura institucional majorera. Hay que destacar el buen ambiente que ha existido entre los artistas invitados y los elogios unánimes que éstos han dedicado al buen trato recibido, al hermoso emplazamiento de su lugar de trabajo y al proyecto en sí. Injusto sería no recordar aquí la labor de organización de Leo García Enguita, alma del Simposio por sus indispensables tentáculos en el mundo del arte; la colaboración y la simpatía de Alberto Bañuelos-Fournier; la actividad incansable y el buen humor de Manolo Paz; la sensibilidad de Johannes Hillebrand; la serenidad de Paco Curbelo; la sobriedad de Varda Ghivoly e Ilan Gelber; el pundonor y la ironía de Nicolae Fleissig; y la nórdica alegría de Matti Nurminen. Sin su calidad humana nada de esto hubiera sido tan agradable. Canarias 7 Fuerteventura.

02 octubre 2001

El arte canario del siglo XX

Canarias siglo XX. Instrumentos para el análisis del arte de un siglo - Centro de Arte La Regenta (Las Palmas de Gran Canaria)

Las exposiciones son un estupendo pretexto para editar libros espléndidos que, bajo la especie del catálogo, acceden a medios editoriales que, sin exposición de por medio, les estarían vetados. Una exposición es, por tanto, importante por su propio contenido; pero también, en una gran medida, por el catálogo que deja tras sí, que prolonga en el tiempo su aportación y que, a veces, se convierte en una joya bibliográfica o en un manual insustituible.

El caso de Canarias siglo XX. Instrumentos para el análisis del arte de un siglo es muy significativo a ese respecto. La exposición, que ha recorrido y recorrerá las distintas islas del archipiélago entre junio de 2001 y marzo de 2002 y de la que es comisario Orlando Britto Jinorio, es una iniciativa del Gobierno de Canarias respaldada por los cabildos de Fuerteventura, Lanzarote, El Hierro, La Palma y La Gomera; desde el pasado día 20 habita el Centro de Arte La Regenta de Las Palmas. Básicamente no enseña obras de arte, sino una sucesión de paneles didácticos con abundante texto (a cargo de Fernando Betancor y del mismo Britto) y numerosas ilustraciones, así como diversas opciones multimedia y una “exposición dentro de la exposición” que incluye obras de Néstor de la Torre, José Arturo Martín y Javier Sicilia, Plácido Feitas, Adrián Alemán, Manolo Millares y Francis Naranjo. Seria y amena, la muestra hace un recorrido completo y estructurado por el arte canario contemporáneo que, no obstante, abruma un poco al espectador: es realmente difícil leer tantísima información en un contexto como el de una exposición.

Da la sensación de que Britto Jinorio, veterano ya en el comisariado de exposiciones, piensa más en el catálogo que en la muestra en sí cuando concibe sus proyectos, lo cual demuestra, por otro lado, una encomiable visión a largo plazo. Para Canarias siglo XX, el Gobierno de Canarias editó una guía didáctica que reproduce los paneles didácticos, y un magnífico catálogo de 264 páginas que también incluye la guía, ambos producidos y diseñados primorosamente por Ediciones del Umbral. El catálogo, que ofrece al lector una buena serie de estudios complementarios a la exposición, es ya una referencia indispensable en cualquier bibliografía del arte canario.

Ángel Mollá abre la serie con una irónica reflexión sobre “(En)señas de identidad”, en la que propone como obligación de todos el examen de los iconos y las figuras del lenguaje que presiden el arte, los libros, la cultura oficial y la de la calle, los medios de comunicación y los numerosos lugares comunes de la identidad canaria. Abundando en la relación entre palabra e imagen, Marianela Navarro Santos titula “Destellos y naufragios insulares” un estudio sobre los encuentros que en el siglo pasado se dieron entre los poetas, críticos, ensayistas y artistas plásticos de la modernidad canaria.

Carlos Díaz-Bertrana dedica a Eduardo Westerdahl el artículo “El siglo XX: la entrada del arte canario en la historia”, en el que da un rápido repaso al arte y a los artistas de la centuria. Ángeles Alemán titula “Las coordenadas de la modernidad” una revisión de la crítica de arte en Canarias. Mª Carmen Rodríguez Quintana, en “Etcéteras y además”, hace un recorrido cronológico por la modernidad, la vanguardia y sus diversas tendencias y la posmodernidad, “pero, en este caso, a través del prisma de aquellas figuras que quizás han pasado inadvertidas o han sido desatendidas”. Mariano de Santa Ana aporta “Una historia de los espacios expositivos canarios”, una densa revisión y valoración de los museos, galerías y salas de exposiciones que han funcionado en las islas. Y Sergio Domínguez Jaén recoge en el documentado artículo “Un siglo de revistas de arte en Canarias” la labor de publicaciones como Gente Nueva, Castalia, Hespérides, Cartones, Índice, Liminar, Syntaxis, Fetasa, La Página, Atlántica o el suplemento cultural de Canarias 7, Pleamar. Además, el catálogo incluye el apartado “Territorios de confluencias” (la “exposición dentro de la exposición”) y una “Bibliografía básica para el arte del siglo XX” de Fernando Betancor.

Un manojo de sabrosos ingredientes se guisa en Canarias siglo XX: la obra de grandes figuras como Néstor de la Torre, José Aguiar, Nicolás Massieu, Felo Monzón, Plácido Fleitas, César Manrique, Martín Chirino o Pepe Dámaso; el análisis de las distintas vertientes del fenómeno artístico (los creadores, la crítica, los museos, las galerías, las revistas especializadas) por buenos ensayistas; el excelente diseño gráfico de Javier Caballero y Edmundo Aragón, la enorme calidad material de la edición y la coordinación del experimentado Britto. Entre todos ofrecen al aficionado al arte canario, e incluso al estudioso, una visión global de lo que aportó la plástica en el siglo que acabó a eso que tanto hemos llamado, con o sin fortuna, identidad canaria. Canarias 7.