27 abril 2002

El doloroso ejercicio de la libertad

Andrea Castagna. En tránsito - Aeropuerto de Fuerteventura

Andrea Castagna (Buenos Aires, 1964) ha expuesto su obra este mes que acaba en el Aeropuerto y en el Edificio Tindaya de la calle Secundino Alonso. La trayectoria de esta pintora, que ya hemos admirado en otras muestras, se basa en dos pilares fundamentales: una técnica particular (la pintura sobre seda) y un simbolismo intuitivo, de talante nítidamente espiritual. Su imaginería zoológica (reptiles, aves, cabras, elefantes, camellos...) y corporal (manos, ojos, sexos) tiende siempre a la afirmación de la armonía vital o a la denuncia de su ausencia. El elemento autobiográfico suele quedar patente a través del predominio de figuras femeninas en sus cuadros.

En la muestra En tránsito, Andrea ha experimentado con la idea del viaje. Los aviones y las embarcaciones pueblan esta colección, cuyo leitmotiv es el cambio, significado por lo azaroso del viaje físico. Siempre hay una perspectiva plana, basada en la superposición de elementos fantásticos por su naturaleza (ángeles, reptiles que hablan) o por su actitud (Entre telones, En un mar de engaños). A veces, la decoración se hace profusa, en menoscabo de esa perspectiva, como es el caso de Peregrinación. La composición suele ser sencilla; la presencia de un eje de simetría (Estelar, Peregrinación) o su ausencia siempre significa algo; cuando el orden se quiebra revela graves tensiones o desequilibrios.

Dos hermosas piezas marcan la cima del arte sobre seda de esta argentina afincada en Cañada del Río: En un mar de lágrimas y En tránsito o De cómo mi barca se dio vuelta. En ambas, una figura femenina desnuda (pues así se encuentran los personajes de Andrea ante su destino) soporta la pérdida del equilibrio en pie sobre una barca negra. En la primera, de sus ojos mana una lluvia de lágrimas horizontal: de nuevo el caos. La barca pierde su estabilidad sobre un mar furioso que intenta engullirla, compuesto de sectores marcados de forma semiabstracta por líneas que se entrecruzan y que figuran las olas, un espacio claramente fragmentario e inarmónico. La combinación de colores es espléndida, generosa: fríos (pero no tétricos) en contraste con lo cálido del cuerpo femenino. Los fondos más o menos geométricos y el empleo de los colores no son de relleno, como aparentan ser en otros cuadros, sino que se integran plenamente en la significación del todo. No es el posible sentido autobiográfico que claramente respiran estas obras lo que les presta su calidad (aunque seguramente permitió crear su atmósfera de patetismo), sino la presencia de un lenguaje claro y coherente que las hace netamente superiores al resto de los cuadros. En un mar de lágrimas y En tránsito no son variantes de un mismo trabajo: son dos obras completas y marcan, en sus pequeñas diferencias, dos mundos de reflexión bien diversos y que no podemos sino aplaudir.

Un tercer trabajo, titulado Sobre mí voces del día, sueños de la noche, nos parece emparentado temáticamente con otra pieza de Andrea que hemos contemplado en el pasado, Eva y un sinfín de habladurías. El árbol del bien y del mal, la manzana sobre la cabeza, la amenaza de los arqueros: todo parece implicar la necesidad de un juicio o una decisión, y donde antaño había cuervos y mujeres enlutadas hoy hay amenazadores arqueros, también silueteados en negro. Eva, junto al árbol terrible, ejerce una vez más su libertad. Canarias 7 Fuerteventura.