29 febrero 2016

Y ahora vas y te imaginas la escultura

UNA DE LAS FIGURAS MUNDIALES DEL ARTE CONCEPTUAL DEJA SU IMPRONTA EN PALMA

Lawrence Weiner. Becalmed within the embrace of a whirlwind - Galería Horrach Moyà-Sa Drassana (Palma). Hasta el 28 de marzo de 2016

La presencia en Palma de Lawrence Weiner (Nueva York, 1942) es un acontecimiento. Weiner ha sido saludado por muchos como padre del arte conceptual y referencia del postminimalismo, y hasta tal punto hizo del concepto el centro de su trabajo que en 1968 decidió que era posible prescindir de la realización de la obra y, desde entonces, tira de vinilos. Las palabras bastaban para trasladar al espectador la idea que este último debía encargarse de fabricar en su mente, que es donde realmente, según había descubierto Weiner, radica el arte. Sus textos no son poesía ni literatura alguna, sino esculturas hechas con palabras. Son como el manual de instrucciones de Ikea, solo que sin acompañamiento de maderas ni clavos: en tres líneas le dicen al usuario, de manera supuestamente objetiva, cómo es la escultura; y el usuario ha de componerla en su imaginación. Si lo desea. Alguien lo ha llamado “arte sin materia”.

Hay algo de aparente contradicción en la obra de Weiner. Es cierto que los textos son pocos y lacónicos, pero el autor no prescinde de una tipografía selecta, ni de algunos –modestos– recursos retóricos, ni del contexto en que los imprime. Aunque las paredes blancas de la sala por sí solas quizá no sean suficientes para inspirar un proyecto inmaterial pero site-specific, el norteamericano se las ingenia en sus entrevistas para referir sus textos trilingües al pasado marítimo e insular del magnífico edificio y de la localidad palmesana. Que sean tan similares a los expuestos desde hace años en lugares como Barcelona, Bolonia o Málaga no impide para nada ese vínculo. Las menciones al agua, la arena y los huracanes, además de establecer convenientemente ese contradictorio pero inevitable anclaje contextual, prestan al espectador herramientas para imaginar la obra y eludir la tentación de creer que los cuatro rótulos que lee y las siete “cartografías que no llevan a ninguna parte” que contempla sean mera decoración. Weiner piensa que el arte es comunicación, y tiene razón. Y comunicar esculturas inmateriales en textos de entre dos y cuatro líneas muy breves es por demás difícil, así que Weiner, séptimo artista más cotizado e influyente del mundo, debe ser un genio. Por eso vino el presidente del Consell a la inauguración. El Mundo-El Día de Baleares.


 

01 febrero 2016

Vericuetos levemente accesibles

Basar el discurso en Cioran, Groucho Marx y Buster Keaton garantiza resultados paradójicos, que quizá sea la única manera de aproximarse inteligentemente a esta realidad contradictoria que llamamos hombre. Fernando Megías lo deja claro en su último montaje. El viernes pasado presentó en Espai Fleming Vericuetos levemente accesibles, un “collage de historias fragmentadas en formato vídeo”, montaje de alta densidad conceptual que el mismo Megías describe como “una especie de totum revolutum –algo así como una coexistencia ilógica de las cosas– en forma de metáforas y aforismos visuales, que representan mentiras con aspiraciones de decir la verdad, aunque no sepa exactamente cuál”. Este barcelonés afincado en Palma lleva muchos años viviendo artísticamente: trabajando sin hacer ninguna concesión a la industria o al comercio y sacrificando la popularidad en el altar de la autonomía más arriscada. El fruto de su trabajo, divulgado casi siempre en forma de vídeo, libro o ambas cosas, constituye una de las mejores producciones del arte conceptual mallorquín.

No es frecuente conversar con un artista que ha reflexionado con tanta lucidez sobre la evolución del hecho artístico de Duchamp a esta parte. Para Megías, el arte solo tiene valor si se ejecuta desde el desinterés por su receptor. Seguimos conversando y se aviene a matizar: no es tanto desinterés por el receptor como por una relación mercantil con el receptor. Cuando se establece el comercio, el arte deja de ser arte para ser mercancía, y en ese momento los artistas dejan de ser protagonistas de su propia actividad. Aceptar que el verdadero artista no pueda aspirar a vender su arte es una apuesta arriesgada que no sé si comparto pero que, desde el punto de vista de la independencia del creador que con humildad máxima persigue aproximarse a nuestra realidad (“el ser es una ficción habitada por el deseo”, dice), resulta impecable. El Mundo-El Día de Baleares.