31 enero 2007

De la artesanía a la solidaridad a través del arte

ESTORMIart - Torre de ses Puntes, Manacor (itinerante por Capdepera, Manacor, Inca y Palma)

No es descabellado buscarle a las estormies conexión con lo artístico. Más allá de lo puramente práctico, la obra de palmito nos remite a un mundo de ritmos diferentes, en los que trabajo y dinero se invertían sólo en aquello que podía durar y que, al calor de la convivencia, llegaba a formar parte de la memoria personal y de la idiosincrasia del pueblo. El arte bien entendido tiene un componente identitario similar y unas aspiraciones de espiritualidad que nos permiten entender por qué lo artesanal se emparienta antes con lo artístico que con lo industrial. Algo de regreso a los orígenes, algo de restitución del primitivo valor mágico-social del arte, alienta en este proyecto.

A sus responsables en el Ayuntamiento de Capdepera no se les escaparon las múltiples ramificaciones que una iniciativa así comporta. ESTORMIart permite a los mallorquines disfrutar de una colección de objetos artísticos única; beneficia a los artesanos a quienes fueron encargadas las piezas originales; ofrece a los artistas la ocasión de experimentar con un material nuevo, con un objeto insólito en el repertorio del arte contemporáneo; da a conocer la artesanía del levante mallorquín en un contexto de justa dignificación; y posibilita, finalmente, que Voluntaris de Mallorca gestione la creación de una red de agua potable en la aldea de Patzalá (Guatemala). No cabe mayor rendimiento.

La nómina final de colaboradores, lógicamente, es impresionante. Entre ellos se encuentran artistas que han grabado ya su nombre con letras de molde en la historia del arte balear y nacional, junto a varios creadores gabellins. Todos han entregado su trabajo con lealtad y entusiasmo parecidos. Algunos han profundizado en el significado tradicional de la estormia; otros han preferido confirmar su propio estilo, y entonces ha sido la pieza la que se ha integrado en los esquemas de pensamiento del artista, como materia viva en manos del creador. En el fecundo tránsito de las manos del artesano a las del artista y de las de éste a las de su destinatario, la estormia adquiere una naturaleza mixta, antigua y renovada al mismo tiempo, que atañe al sentimiento y al pensamiento por igual y que sirve –una vez más– para enriquecer la vida material y espiritual de quienes entran en contacto con ella. Última Hora. Amb l'Art.

26 enero 2007

Miró y Sert: una historia de amistad y talento

Miró-Sert. La construcció d’una amistat - Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca

Pocas veces se da la oportunidad de revivir una atmósfera artística única en la historia, la de las vanguardias del primer tercio de siglo español, y ahora la tenemos en Palma de la mano de dos figuras señeras del arte: Joan Miró y Josep Lluís Sert. Es sobradamente conocida la autoría del taller que estrenó Miró hace cincuenta años en El Terreno. Sert era por entonces profesor en Harvard y profesional de gran éxito en Nueva Inglaterra. La muestra de la Fundación Miró, comisariada por Frederic Climent Guimerà, reúne materiales procedentes de diversas colecciones públicas y privadas de Europa y América y establece la trayectoria de la que fue una relación especial de amistad y admiración mutuas, pese a mantenerse desde 1939 en la distancia de los respectivos exilios: el interior de Miró y el norteamericano de Sert.

Se trata de una exposición básicamente documental, con un argumento biográfico claro, pero igualmente sobresalen algunas piezas de creación como el magnífico Corcovado (1951) de Alexander Calder. Calder aparece a lo largo de la muestra como personaje principal, dada la amistad que mantuvo con sus dos protagonistas desde los tiempos del grupo ADLAN en Barcelona (1932-36) y la presencia del mencionado móvil en el domicilio de Sert en Cambridge. Impresiona el filme de Carlos Vilardebó sobre el Circo Calder, un ingeniosísimo teatro de figurillas móviles en las que el de Filadelfia exhibe su imaginación y su enorme sentido del humor: la representación al servicio del juego, el retorno al sentido útil o mágico del arte, muy en línea con el primitivismo de ADLAN. Y, como las de todo escultor, impresionan los primeros planos de las manos de Calder.

Espacio cumbre de la muestra es quizá el que describe y pone en contexto el Pabellón Español de la Exposición Internacional de París (1937) y la participación de Sert, Miró, Picasso y otros artistas, un hito del arte español de todos los tiempos oscurecido luego por la derrota de la República. Pero la culminación del recorrido se encuentra en el diseño y la construcción del Taller Sert en 1954-1956, y en la irradiación de las ideas y proyectos del arquitecto catalán por todo el mundo a partir de este encargo de Miró. Última Hora.

19 enero 2007

Lejos, pero no tanto

Joan Torres. Ombres - Can Fondo (Alcudia)

En el texto que acompaña la selección de fotografías, Guillem Frontera escribe sobre la memoria, y de esto se trata fundamentalmente: de trazar un mapa del recuerdo a medio camino entre el sentimiento y la conciencia. Joan Torres, excelente periodista gráfico de Última Hora desde 1973, revela así su faceta más creativa y enriquece el programa de exposiciones de la sala municipal Can Fondo de Alcudia, que por primera vez cobija una muestra fotográfica. El artista ha querido dejar a un lado la objetividad que es exigible en su profesión y ha compuesto una personal geografía humana. Es así como llegan a los muros de Can Fondo Tinduf, El Cairo y Praga, y lo hacen sobre texturas y apariencias que sitúan esta fotografía en el ángulo más plástico del arte.

La clave temática que me parece más interesante en la muestra la da el propio Torres. Son sus palabras: “Para esta exposición me he alejado de los extremos de la sociedad, es decir, de las grandes miserias y las opulencias insultantes, buscando un punto intermedio.” El anonimato es un factor importante del efecto buscado (antes hablábamos de conciencia), pero aún lo es más esa equidistancia de los extremos, porque gracias a ella se nos revelan otros seres humanos que, tan lejos, tanto se nos asemejan. Sorprende, por ejemplo, la similitud en tonos y tempos que se da entre el palmesano Mercado del Olivar (2006), el Mercado de Manila (1998) y la Cabezada (1993) de una vendedora mozambiqueña, una coincidencia que Torres se ocupa de resaltar por medio de las texturas. A veces cierto expresionismo tiñe la representación, como en la escena mozambiqueña Esto es lo que hay (1993): de nuevo no la miseria, pero sí una digna pobreza se nos presenta como plato cotidiano. No se sabe si resignación, una apesadumbrada certidumbre o el mero aburrimiento asoman en Mujer y peces (1993) al rostro de otra vendedora mozambiqueña: los frutos de ese viaje africano me parecen especialmente hermosos. El Jaili (2002), una verdadera obra maestra por su composición, presenta una escena egipcia con viveza extraordinaria y nos transmite tal sensación de cotidianidad –de normalidad– que hasta cierto punto neutraliza el elemento exótico y nos hermana con los personajes. Última Hora.

10 enero 2007

Aspiración de plenitud

Rafel Perelló. Tintes - Mediterrània

Cuando, a caballo de las décadas de los noventa y de 2000, Rafel Perelló (Manacor, 1963) pintaba y exponía sus Acumulacions, hacía algo muy distinto a lo que hoy expone en Mediterrània. Por entonces, la vinílica le servía para crear mundos abigarrados, compuestos por modelos reiterados casi hasta el desvanecimiento, en estructuras tremendamente coherentes en las que lo relevante, al fin y al cabo, era la sensación de conjunto, una sensación de infinita homogeneidad que podía hacernos sentir cualquier cosa menos cómodos. Perelló ganó el premio Ciutat de Palma de 2002 con una Acumulació urbana en la que el esquema reticular, la superposición de elementos repetidos perseguía implicar cada rincón del lienzo en la impresión que el artista pretendía transmitir al espectador. Si una obra de arte es siempre portadora de un mundo, los cuadros de Perelló, resultado de procesos de trabajo pacientes y laboriosísimos, contenían mundos más repletos que la mayoría –a veces hasta la asfixia.

Y, no obstante las evidentes diferencias técnicas, encontramos algún elemento común entre aquellas acumulaciones y las tintas de hoy, básicamente referidas a la actitud del pintor frente a ese mundo por crear. Lo que hoy nos entrega el manacorí son inmensos espacios naturales vacíos en los que un detalle (un árbol en la lejanía, una gaviota, una construcción humana) dan la medida de la inmensidad y de la alienidad que antaño se nos daba por medio de la yuxtaposición masiva de elementos. Hoy, Perelló ha bebido de fuentes orientales y el lenguaje de sus tintas se ha estilizado, se ha hecho más esencial y se ha vinculado a la figuración –pero fíjense: no tanto. Perelló deja hablar a la naturaleza representada con mucha concisión; de nuevo un proceso muy laborioso nos traslada un mundo intensamente significativo que, sin embargo, reduce los signos empleados a los estrictamente necesarios. La elocuencia aquí –como antaño– no estriba en la profusión de motivos, sino en una disposición inteligente y conmovedora de unos pocos. Las tintas de Perelló, emparentadas con el zen o la fotografía de Ueda, más próximas a la intensa discreción del haiku que a la oda torrencial en que consistían sus acumulaciones de antaño, conservan, sin embargo, la misma aspiración de trabajada plenitud que parece obsesionarle. Última Hora.

03 enero 2007

Munch y la condición humana

Edvard Munch. L'esperit sublim - Fundació La Caixa

Aún quedan algunos días para visitar la extraordinaria muestra que La Caixa nos ha ofrecido durante los últimos meses. Edvard Munch (Noruega, 1863-1944), autor de El grito, uno de los hitos del arte contemporáneo (recientemente recuperado de manos de quienes lo habían sustraído), también tiene detractores que se escudan en su aparente desinterés por el estilo y las formas. Rafael Argullol explica cómo la preocupación de Munch gravita sobre el espíritu, en la relación entre la subjetividad y la trascendencia del hombre como ser espiritual. Los modelos escogidos son, por tanto, arquetipos que no pretenden reflejar individualidades, sino más bien estados o condiciones. El crítico apunta con razón que, de no ser por el fuerte anclaje del noruego en lo sensorial, su arte habría discurrido naturalmente hacia la abstracción.

Munch estudió en Francia con becas del estado; se estableció a temporadas en Berlín, una de las capitales culturales de la época; expuso y vendió sus obras con relativa facilidad y, justamente reconocido en vida, recibió condecoraciones y honores académicos internacionales que lo situaron en la cima de la cultura oficial de su tiempo. Cuadros como El grito (1893) o Madonna (1893-1894) hicieron de él el maestro del expresionismo. No obstante, ese anclaje en lo figurativo y su obsesión por investigar el espíritu antes que las nuevas formas de representación lo separaron de la vanguardia y de los ritmos que aceleraron la evolución del arte en el siglo XX. Su obra atravesó años de cierto oscurecimiento, para ser rescatada más adelante y hoy señalada como portadora de valores universales. Arnt Fredheim asegura cómo, contra lo que sugiere su aparente discontinuidad técnica, existen en la obra de Munch temas que actúan como “sintagmas” e, igual que sucede en la gramática de la lengua, articulan el discurso y lo dotan de un sentido unitario que es más espiritual que plástico.

La importancia de esta exposición, montada con fondos del Museo Munch de Oslo, estriba, ya que no en la presencia de piezas maestras, en su amplia representatividad y en la presentación de obras menores (dibujos, grabados) que ilustran inmejorablemente las preocupaciones filosóficas y sociales del que posiblemente es el mayor artista noruego de todos los tiempos. Última Hora.