03 enero 2007

Munch y la condición humana

Edvard Munch. L'esperit sublim - Fundació La Caixa

Aún quedan algunos días para visitar la extraordinaria muestra que La Caixa nos ha ofrecido durante los últimos meses. Edvard Munch (Noruega, 1863-1944), autor de El grito, uno de los hitos del arte contemporáneo (recientemente recuperado de manos de quienes lo habían sustraído), también tiene detractores que se escudan en su aparente desinterés por el estilo y las formas. Rafael Argullol explica cómo la preocupación de Munch gravita sobre el espíritu, en la relación entre la subjetividad y la trascendencia del hombre como ser espiritual. Los modelos escogidos son, por tanto, arquetipos que no pretenden reflejar individualidades, sino más bien estados o condiciones. El crítico apunta con razón que, de no ser por el fuerte anclaje del noruego en lo sensorial, su arte habría discurrido naturalmente hacia la abstracción.

Munch estudió en Francia con becas del estado; se estableció a temporadas en Berlín, una de las capitales culturales de la época; expuso y vendió sus obras con relativa facilidad y, justamente reconocido en vida, recibió condecoraciones y honores académicos internacionales que lo situaron en la cima de la cultura oficial de su tiempo. Cuadros como El grito (1893) o Madonna (1893-1894) hicieron de él el maestro del expresionismo. No obstante, ese anclaje en lo figurativo y su obsesión por investigar el espíritu antes que las nuevas formas de representación lo separaron de la vanguardia y de los ritmos que aceleraron la evolución del arte en el siglo XX. Su obra atravesó años de cierto oscurecimiento, para ser rescatada más adelante y hoy señalada como portadora de valores universales. Arnt Fredheim asegura cómo, contra lo que sugiere su aparente discontinuidad técnica, existen en la obra de Munch temas que actúan como “sintagmas” e, igual que sucede en la gramática de la lengua, articulan el discurso y lo dotan de un sentido unitario que es más espiritual que plástico.

La importancia de esta exposición, montada con fondos del Museo Munch de Oslo, estriba, ya que no en la presencia de piezas maestras, en su amplia representatividad y en la presentación de obras menores (dibujos, grabados) que ilustran inmejorablemente las preocupaciones filosóficas y sociales del que posiblemente es el mayor artista noruego de todos los tiempos. Última Hora.

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