Steve Afif - Altair
No es tarde todavía para visitar la exposición de Steve Afif (Alejandría, 1943). Este sefardí ligado a Mallorca es menos un pintor que un contador o, mejor, un evocador de historias. Se trata de un prolífico autor de pequeños formatos, de los que ha acabado más de quinientos el pasado año y expone casi setenta; y sus obras, esencialmente fragmentarias y más sugerentes que narrativas, se aproximan por ello a la forma de significar del fotograma cuando lo aislamos de su secuencia: abiertas y desamparadas.
El discurso de Afif se asienta sobre una serie básica de semantemas: un pasado en general brumoso y frío, pero casi siempre gris o sepia fotográfico; el anonimato de unos personajes que viven cotidianamente la melancolía y la violencia; o el gusto por el detalle significativo –a veces incluso simbólico: una prenda, un espacio de la casa, un miembro– antes que por el todo –sólo algunos óleos muestran paisajes completos en un sentido clásico–. Como consecuencia de esto último, se da un desplazamiento del encuadre hacia lo que bajo otras premisas no ocuparía sino un rincón de la escena. Sólo el interés por atender al detalle que habitualmente ignoraríamos en una foto vieja explica que en Madre muerta sólo encontremos la mitad inferior de un cuerpo desnudo y yerto sobre la cama; o que su Perro muerto yazca en un rincón inusual en la perspectiva más canónica: los perros no eligen dónde caer, ni quien los mira lo hace desde el caballete o la lente. En ese sentido, la pintura de Afif es profundamente humanista y compasiva: la medida de todo es la mirada del hombre cotidiano, y no la del héroe, ni la del historiador, aun en contextos extremos como son un campo de exterminio o una aldea ruandesa. Gran desolación permea su Treblinka, en el que la perspectiva semicenital y la crudeza del invierno representan un contraste brutal con la conciencia de una presencia humana. Uniforme nos habla sustantivamente de lo que fue segunda piel –casi segunda naturaleza– de las víctimas de la barbarie. Infantería traslada la crisis humanitaria a nuestros días y rescata de la sombra sólo el gesto huérfano y huraño del niño soldado. Última Hora.
1 comentario:
Verdaderamente desolador: como me entre la depre... aunque es real como la vida misma.
Saludos.
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