11 enero 2006

La mirada inteligente

Manuel Patinha. O olhar inteligente - Museu da Fundação Cupertino de Miranda. Vila Nova de Famalicão (Portugal)

Hace ya años que el zamorano y mallorquín Perfecto Cuadrado es coordinador del Centro de Estudos do Surrealismo de la Fundação Cupertino de Miranda en Vila Nova de Famalicão, una localidad del distrito de Braga, en el norte portugués. Esta villa y la mencionada fundación se han distinguido por constituirse en sedes de eventos culturales de alcance transfronterizo, y en particular por su relación con las artes plásticas y con la corriente surrealista que a lo largo de todo el siglo XX ha informado buena parte de la producción artística occidental.

En la actualidad y bajo el título La mirada inteligente, la Cupertino de Miranda presenta la obra de Manuel Patinha (Póvoa de Santa Iria, 1949), un autodidacta que colaboró estrechamente con Cruzeiro Seixas en los setenta y ochenta y establecido desde principios de los noventa en Galicia, desde donde irradia su actividad y desde donde, tanto en España como en Portugal, se ha ganado un notable prestigio como pintor, escultor y grabador. Su obra ha sido expuesta a lo largo y ancho de Galicia y Portugal, así como en Madrid, Barcelona, Francia, Italia y Brasil; y está presente en colecciones como las de los Ayuntamientos de La Coruña, Narón y Lugo, las Universidades de Aveiro y La Coruña y diversos museos de Orense, Vila Franca de Xira, La Coruña, Lisboa, Penafiel y Marbella.

La mirada inteligente ofrece primeramente una serie de dibujos en tinta china y acuarela (especialmente interesantes los correspondientes al período 1979-1980) en que apreciamos dos tendencias. En una, la combinación de contextos referenciales (paisajes y arquitecturas gallegas) y personajes o elementos de carácter onírico dan al conjunto un matiz inquietante y simbólico que aún no justifica, sin embargo, la calificación de surrealista; es el caso de La vida secreta del monasterio (1980). La segunda, caracterizada por un punto de fuga muy bajo, las sombras alargadas que proyecta un sol de atardecer ausente, llanuras escuetas, rocosas y desiertas como contexto, un amplio espacio aéreo en que evolucionan seres de naturaleza mixta –a medio camino entre lo orgánico y lo industrial, entre lo animal y lo humano o entre lo masculino y lo femenino– e inexplicables presencias que amenazan con la agresión o el desmembramiento, determina una obra ya plenamente surreal y de raigambre daliniana –sin que falten tampoco los detalles inspirados en Picasso, el canario Óscar Domínguez o tal vez Yves Tanguy, como señala el profesor Monterroso. La muestra incluye también una serie de óleos de la misma época donde esos elementos confluyen hacia un universo más ordenado y conciso, pero también más tétrico en el tono y en su cromatismo. La aparición de arquitecturas modernas e industriales, estandarizadas y abrumadoras, y de personajes mutantes y extrañamente serenos añade un ingrediente urbano y moral a los eriales de Patinha, que adquieren así cierto matiz expresionista.
Me interesa sobre todo la bellísima serie de acuarelas sobre papel de 1981, titulada genéricamente La vida sexual de las plantas, en que seres fantásticos e, incluso, de designaciones fantásticas (Pirilampo eléctrico) desarrollan sus actividades o sus meras presencias en una permanente orgía de (con)fusión: la combinación de lo vegetal y lo animal, de lo aéreo y lo acuático, la semejanza de los dibujos a los del cuaderno del naturalista por sus colores y su delineación, sus arbóreos en provocativas actitudes, las alusiones continuas al sexo, la procreación, la gestación y la maternidad, en fin, hacen de esta serie un espléndido homenaje a la vida que, al modo surrealista, en ningún momento muestra cuerpos u órganos naturales realmente clasificables. Es aquí donde, a mi juicio, alcanza Patinha un acento propio y trasciende etiquetas e influencias, y donde se encuentra también el germen de su escultura posterior. Finalmente en el apartado pictórico, la muestra presenta una serie de óleos con arena de 1995, en que los títulos (Corpete, Alarbo, Petarro, Asasi, Tricón...) designan objetos imaginarios, geometrizantes y simétricos, de un cromatismo muy diferente al de sus óleos de 1978-1980.

Completan la muestra varias piezas en metal, casi todas ellas pertenecientes a la última década, en la que Patinha se ha dedicado principalmente a la escultura. Una estilización muy acusada da cuerpo a algunas de las estructuras que ya había practicado en la pintura: figuras humanas muy suavemente sugeridas y de límites básicamente ondulados, vagas inclinaciones de la materia como quintaesencia de la personalidad, simetrías próximas a lo dicotiledóneo... Con motivo de la muestra, la Fundação Cupertino de Miranda ha editado un hermoso catálogo (atención al magnífico texto de Juan Manuel Monterroso Montero) y el número cuatro de la revista Cadernos do Centro de Estudos do Surrealismo, también dirigida por el profesor Cuadrado, que recoge una selección de los poemas de Patinha y de sus dibujos a tinta china del año 1979. Amb l'Art.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El cuadro que pones en segundo lugar me recuerda un poco a algunos cuadros de Dalí, eso si, sin llegar a la gran profundidad que Dalí logra en sus pinturas.
Un saludo