Luis Pérez-Mínguez. Alzheimer provisional (2003-2005) - Joan Guaita
Luis Pérez-Mínguez (Madrid, 1950) es una de las figuras más importantes de la fotografía española de finales del siglo XX. Activo desde los sesenta, sus imágenes reflejan una fortaleza espiritual y una capacidad de enfrentarse con el drama muy notables. No es la primera vez que viene a Baleares, ni tampoco la primera que colabora con Antoni Socías, que firma el diseño del cuadernillo que Joan Guaita edita como breve y delicado catálogo de esta exposición también breve, pero intensa. Hasta julio pasado, tanto Pérez-Mínguez como Socías habían participado en la exposición madrileña Analogías 80-05, junto con otros fotógrafos muy destacados, relacionados con la llamada movida madrileña pero supervivientes al reflujo de aquella espuma, como Ouka Leele o Miguel Trillo. La serie Alzheimer provisional se mostraba allí, según el criterio de la muestra, al lado de obras de los años ochenta.
Las doce fotografías que componen la serie son fruto de una experiencia personal y de una posterior investigación en torno al dolor y la decrepitud. El fotógrafo oculta los rostros de la vejez desenfocando la imagen. Los gestos diluidos y borrosos transportan al espectador a un mundo de incomprensión, olvido y demencia dulce, y el movimiento de las modelos adquiere cierto subterráneo matiz de violencia. El dolor y un pánico inexplicado asoman a esos rostros sin expresión reconocible que, no obstante, conmueven por su franqueza.
Acompañan a las imágenes textos -“cosas que [las enfermas] me decían”, según el autor- que, por arte de su asociación con imágenes en particular y por la relación establecida entre todos ellos al ocupar un contexto común, se elevan a la categoría de versos. Cuando al pie del rostro de una anciana leemos “¿Me queréis acompañar a la entrada?” o “Esperando que me lleven a casa”, entendemos qué cosa es el desvalimiento. Cuando leemos “...la octava vida”, o “Pasó el día de ayer” estamos sondeando los abismos de la desmemoria y la ausencia de futuro. “Regreso de la nada” o “¡Banalidades!” nos sumergen en el núcleo de una enfermedad que pone en tela de juicio los límites de lo humano, y si escuchamos “El columpio, la sonrisa, la sal rota” o “De lo físico a la inconsciencia, al diablillo”, la referencia inmediata es la vanguardia literaria, la enumeración caótica de que hablaba Bousoño, un fogonazo que ilumina la realidad con sus contradicciones. “Cómplice de lo que resta del amor” y “Calibrado por el perdón, veo la luz” añaden a ese regusto surreal la sospecha de una percepción privilegiada, oculta tras el mallazo de la enfermedad. 13 Newsletter .
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