Erwin Bechtold (Colonia, 1925) recibe en este trimestre final un homenaje de sus conciudadanos de adopción. El incansable octogenario se instaló definitivamente en Ibiza en 1958, tras haber residido en Barcelona, donde había relativizado su formación racionalista y se había familiarizado con el informalismo a través del grupo Dau al Set. Ya en 1994 ofreció al público mallorquín una antológica. Su actual muestra presenta dos fases de su quehacer muy distantes entre sí (1957-1961, 1998-2004), en una alternancia que dice mucho del sentido unitario de su trayectoria y de la firmeza de sus presupuestos estéticos.
José Corredor-Matheos señala en el catálogo el debate que ha caracterizado la obra del alemán desde sus inicios: diálogo entre forma y abstracción, líneas rectas y curvas, espacio y vacío, uniformidad y confusión, líneas y manchas, claros y oscuros, formas geométricas y orgánicas, racionalidad y

Del interés de Bechtold por las cualidades significativas de la materia son muestra obras del primer cuatrienio tratado, como un Testamento (1958) en el que forman feliz asociación semántica texturas, grafismos y colores, en una suerte de manifiesto estético personal. Me impresionan más, sin embargo, algunas de las piezas pertenecientes a sus últimos años, provistas de una energía creadora que pocas veces conserva un artista con tal volumen de trabajo ya entregado. El diálogo entre superficies lisas y rugosas y los contrastes de blancos y negros (como en la hermosísima serie División, 2003) suponen propuestas artísticas muy vigorosas y plenamente vigentes. Última Hora.
1 comentario:
Es increible la cantidad de artistas que se refugian en el archipiélago balear.
Un discípulo de la Bauhaus en activo es como un mirlo blanco en Mallorca.
Ya comentaré mis impresiones tras ver la expo.
Un saludo.
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