Malena. Empremtes i senyals - Fran Reus
La pintura de Malena refleja una ingenuidad rara y auténtica: una actitud ante los modelos, seleccionados por su significado, que confiere a su obra la calidad de investigación densa y sincera, dueña de una gramática propia y de unos contenidos relacionados estrechamente con lo referencial, pero nunca reiterativos ni prescindibles. Así lo sentimos ante la profusión realista de puertas, ventanas, llaves y candados que aparecen en sus cuadros. Si las series de muros y pavimentos, venecianos o no, denotan una gran capacidad de observación y de sublimación cromática, los temas de la puerta y la ventana aportan componentes significativos adicionales: la intersección de espacios alternativos, la oposición apertura/cierre, el intercambio, el tránsito y, por todo ello, el paso del tiempo. Esta última connotación aparece nítidamente marcada por los desconchones, el desgaste de barnices y pinturas, las astilladuras, las manchas de humedad y, en fin, todos los rasgos de decrepitud que, en el espejo material de sus enseres, dan fe de la presencia de un hombre definido por la cronología y por su relación problemática con ella.
Pero el elemento que mejor testifica aquí la huella de un ser humanamente temporal es el texto inserto. Cuando historiadores y antropólogos justifican el empleo de cartas viejas, diarios, recetarios, manuscritos de la gente corriente y, también, graffiti, recurren al carácter no profesional de esos escritos: no se trata de obras literarias, ni de textos jurídicos o legales cuyo valor tal vez estribe más en la forma que en el contenido, sino de textos puramente pragmáticos, destinados a causar un determinado efecto sin que su estilo nos interese demasiado. Estos mensajes no literales, por su divorcio de la retórica y de la ficción, pueden suministrar a la antropología y a la historia informaciones tan valiosas como el trabajo de campo o el buceo en los archivos. Y cuando Malena incorpora los graffiti a su creación lo hace con conciencia de su naturaleza documental. Si en una puerta aparentemente cancelada se acumulan prohibiciones escritas (No aparcar), el absurdo de una proliferante negación queda patente. Si el orín del tiempo adorna el nombre de Tonia, cuestiona la permanencia de la identidad con un valor cercano a lo testimonial, y a la memoria colectiva. Última Hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario