Max Neumann. 1986-1995 - Sala Pelaires
El punto de vista de Max Neumann (Saarbrücken, 1949) no difiere en esencia del de su espectador: cualquier ser humano colocado frente a objetos de tal intensidad simbólica reaccionaría con parecida inquietud. Lo novedoso no es aquí el punto de vista, sino el lenguaje oscuro, perturbador y, a veces, íntimamente agresivo. Los personajes de Neumann son modernos títeres del desamparo, y sus actitudes así lo proclaman.
En su Homenaje a P. (1988), una mancha de color sólido separa las manos del personaje de su boca, que exhala no sabemos si un soplido helado o el calor del aliento; en todo caso, los distintos miembros del cuerpo aparecen incomunicados entre sí, como expresión concentrada de la fragmentación general de la realidad que Neumann pretende constatar. En otras obras (casi todas ellas carecen, coherentemente, de título) esa fragmentación se manifiesta a través de cuerpos mutilados o de inquietantes naturalezas dobles, puestas de relieve por oposiciones de colores. Lo último sucede en una hermosa pieza de 2004 que contradice, por tanto, las intenciones cronológicas de la muestra. Lo que por un lado sólo son manchas de color diverso en un único cuerpo toma volumen y desdobla la paradoja humana en dos personalidades que parecen coexistir ignorándose: una gigante, estática, tensa; la otra diminuta, plástica, en busca de no sabemos qué materia escondida en el fondo de un vaso. La figura que por su tamaño podría ser marioneta de la otra se reclama activa, plantea preguntas a las que cada espectador deberá poner texto.Los rasgos deformados, los colores y la omnipresencia de la ansiedad –e incluso alguna referencia al cine de Murnau– revelan una clara veta expresionista a la que sus últimos críticos rara vez se refieren. El simbolismo expresionista de Neumann alcanza sus mayores cotas de efectividad cuando bustos deformes se abrazan, imposible de saber si en actitud de compasión o de amenaza; cuando seres humanos muy próximos permanecen onerosamente aislados; o cuando cuatro figuras –amontonadas en desorden, boquiabiertas, vagamente antropoides– gritan su miedo o su desconfianza y extienden los brazos hacia cuatro vasos simbólicos ordenados –estos sí– de forma geométrica. Las oposiciones de conceptos operan eficazmente en la obra de Neumann al objeto de incomodar al que mira. Última Hora.
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