Juul. Re-Evolution - La Caja Blanca
La inauguración –aún reciente– de La Caja Blanca en una zona de Palma en que se agolpan las galerías de calidad obligaba a los emprendedores Eva y Amir Shakouri a mantener un nivel de exigencia parejo a su afán de originalidad. Las claves declaradas por los gestores de este nuevo espacio expositivo radican en la atención a las “artes visuales”, la promoción de artistas jóvenes y un cosmopolitismo casi avasallador, ciertamente escaso y necesario en Mallorca.
Con Re-Evolution Palma acoge la obra de Juul Jacobs (Nimega, 1976), un autor que desde 1999 ha expuesto en varios países europeos y en Japón. La idolatría hacia la tecnología y el diseño lo convierten en exponente de una tendencia bastante visible en el arte contemporáneo, no lejana a las artesanías del lujo (la moda, la joyería, el diseño industrial). El trabajo es brillante, minucioso hasta el detalle, y no es casualidad que Juul hable de joyas cuando describe algunas de sus pequeñas piezas, de exquisita concepción y ejecución perfecta.
No obstante, hay algo que no nos acaba de satisfacer en su obra. Seguramente sea su explícita desvinculación de la ética, que a algunos nos parece indisociable del arte bien entendido; la reificación del ser humano y su subordinación a los objetos que deberían servirle tiene más que ver con el comercio que con el arte. Por otro lado, las ideas del artista acerca del hombre en el mundo contemporáneo se nos antojan banales: sus reflexiones, que explican excesivamente la obra (revelando alguna inseguridad) y cuya ingenuidad no casa bien con las pretensiones con que se pronuncian, así como la atención casi exclusiva hacia las apariencias más inmediatas y su efecto también inmediato sobre el consumidor, lastran una obra en la que percibimos una gran densidad potencial. No basta con adherirse al juego de palabras y a ciertas paradojas de salón para mostrar un discurso poderoso. En suma, en el holandés encontramos un artista muy esperanzador, de admirable olfato, del que sólo hay que acechar el momento en que asuma con sus verdaderas consecuencias la máxima rimbaudiana y –disculpen tanta moralina– se desprenda del tinte hedonista que permea su obra. Última Hora.
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