Jaume Plensa (Barcelona, 1955) era una apuesta segura a la hora de crear una instalación a la medida del aljibe del viejo baluarte de San Pedro. El recinto del siglo XVII requería un artista respetuoso con la huella del hombre, con el carácter sagrado con que el tiempo reviste las obras humanas, y Plensa lo es.
Plensa realza y renueva la atmósfera del Aljub mediante una sutil manipulación de su geometría, tan regular y acabada que apenas parece revisable. Sin embargo, la disposición de los dieciocho gongs o tantanes de bronce, en sí elementos de perfección rematada, permite una apropiación del espacio novedosa y, al mismo tiempo, respetuosa y muy clásica por su arraigo en las simetrías y en la perspectiva clásica. Los límites de la materia aparecen dudosos cuando entran en juego las luces y las sombras como elementos de ese plan geométrico, y desaparecen cuando el espectador pasa a ser también intérprete y oyente y golpea el tantán: los textos inscritos en las piezas metálicas (y, por tanto, los diversos porcentajes de metal vaciados en ellas) hacen que cada una reverbere con diferente timbre. La idea del amor –sea como superación mística o como erotismo fertilizador– pasa misteriosamente a formar parte de la vibración que contagia el aire, y las fronteras entre materia y espíritu parecen borrarse.
En el mismo sentido, es muy significativo el hecho de que el catalizador de la atmósfera sea una figura humana, trasunto del autor que podría serlo también del espectador, en posición sentada y actitud pensativa, con el cuerpo cubierto de texto e iluminado en medio de una zona en penumbra. Puede actuar alternativamente como punto de fuga o punto de mira de la instalación y, con ello, parece indicarnos la importancia de la reflexión y, sobre todo, la necesidad de abrirnos al debate sin apriorismos, con la capacidad de ponernos en el lugar del otro, integrando los opuestos en una síntesis creadora. El amor como motor del progreso y la paz, el hombre como centro y medida de todo, el hombre habitado de palabras (el hombre lector, el hombre que escucha, el hombre que ve...). Sí, estábamos pensando en lo mismo: Jerusalem. Última Hora.
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