FotoPres’05 - Fundació La Caixa
Mis allegados saben que recalé en Palma procedente de una isla más lejana y arisca, la de Fuerteventura. En aquel pedregal que asoma desde la prehistoria frente a la costa del Sáhara tuve, entre otros placeres del espíritu, el de disfrutar de la obra y de la persona de Juan Medina (Buenos Aires, 1963). Llegado de Argentina con escala en Granada, Juan Medina se hizo pronto un prestigioso hueco en la prensa gráfica de la isla, trabajando sucesivamente para EFE y Reuters, animó la vida cultural local con espléndidos seminarios de fotoperiodismo y, sobre todo, contribuyó activamente a denunciar la tragedia de la inmigración en pateras. Grandullón, aficionado a los tangos y a Mónica y dueño de una afabílisima y permanente sonrisa, Juan no perdió jamás la perspectiva sobre lo que sucedía, noche tras noche, en la costa majorera. El País Semanal publicó sus trabajos sobre inmigrantes en Las Palmas, y él insistía siempre en la enorme dignidad personal de aquellos africanos sin papeles ni techo que hacían del parque de Santa Catalina hogar provisional. Desde entonces llueven los premios y las exposiciones y sus fotografías se han visto en medios como The Observer, La Vanguardia, El Semanal, Sunday Review, Der Spiegel, Interviú, The Independent o Stern. Haber tenido la suerte de frecuentar a Juan Medina no supone en absoluto saber hasta qué punto el reconocimiento de su trabajo es el de la profesionalidad, la entrega, las muchas horas de vigilia invertidas en el servicio a los semejantes, la mirada siempre atenta y el disparo certero. Nadie puede saberlo.
En Morir tan cerca (secuencia de un naufragio) revivimos el drama de los que alcanzan su destino arriesgando la vida en el océano. El fotógrafo da fe detallada de un salvamento; en las muecas de terror de los supervivientes encontramos sólo una vaga referencia a las vidas que se truncaron sin que nadie estuviera allí para contarlo. También muestra Juan la sobrecogedora frialdad que acoge a quien no sobrevive. Tal vez una sociedad no esté definitivamente enferma mientras alguien como Juan Medina nos recuerde, sin grandilocuencia ni pretensiones –sólo con fidelidad y mucha esperanza–, que el horror existe a nuestro lado. Última Hora.
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