Santiago Calatrava. Escultures, dibuixos i ceràmiques - Es Baluard
De todas las facetas de la obra de Santiago Calatrava Valls (Valencia, 1951) que desde ayer se muestran en Es Baluard, me interesa particularmente su escultura. Es precisamente la relación que establecen con la escultura la que hace tan hermosos sus diseños arquitectónicos: el Auditorio de Santa Cruz de Tenerife, el Hemisférico de la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, el Puente del Alamillo de Sevilla o el Milwaukee Art Museum, en su enorme variedad de líneas, comparten un rasgo que diferencia a Calatrava de muchos grandes arquitectos contemporáneos: en lugar de ocultar tensiones y elementos estructurales, hace de ellos factores estilísticos, conforme a un concepto de la obra relacionado con lo orgánico-dinámico y, en particular, en muchas ocasiones, con la figura humana (véase su Turning Torso en la ciudad sueca de Malmö o su Puente de la Mujer en Buenos Aires). Cables de acero y anclajes ofrecen al disfrute y al debate estético las bases tecnológicas de la obra, los materiales y la estructura y, por tanto, dan al espectador la oportunidad de un acercamiento en que ciencia y arte no distan tanto como parece.
Arquitecto e ingeniero de evidente valor, espléndido dibujante, ceramista casi novel (pero su cerámica arraiga con fuerza en toda su obra anterior y comparte su pasión expresiva), es en su escultura, como decía, donde encuentro personalmente que al espíritu del organizador de espacios se suma el gesto hondo y perdurable del creador. Ninguna de sus obras surge de la improvisación, sino que –como demuestran los cuadernos de acuarelas y dibujos expuestos– provienen de líneas de reflexión que se prolongan a lo largo de décadas y estilizan o sintetizan lo orgánico en términos de geometrías esenciales. La armonía de, por ejemplo, su obra sin título catalogada con el número 17 (2000), en piezas ensartadas de ébano, conjuga la resolución de problemas constructivos con la airosa proyección de una figura de aspecto y actitud animal. Su Singing bird (1990), en latón, acero y granito, es de una belleza de formas y un equilibrio inauditos. La sensación de propagación viva de la materia que emanan todas sus piezas aproxima esta escultura a los fenómenos biológicos e indefectiblemente nos sitúa ante el proceso creador tanto como ante sus resultados. Última Hora. Adamar.
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