Francisco Mejía-Guinand. Geometría y niebla - Gabriel Vanrell
No es la primera vez que Gabriel Vanrell acoge un buen pintor colombiano en su local. Cuando aún no se ha apagado el eco de la exposición de J. J. Molina en 2004, el galerista nos acerca hoy la obra de Francisco Mejía-Guinand (Bogotá, 1964), un valor absolutamente en alza en la América Hispana y los Estados Unidos, que ahora da el salto a Europa por Palma de Mallorca y, a continuación, expondrá en Londres.
Mejía-Guinand trae bien aprendidas las lecciones técnicas del expresionismo abstracto norteamericano (y coincide que, como vimos la semana pasada, también tenemos en Palma la escultura de Adolph Gottlieb). Una ejecución virtuosa, sin embargo, no siempre es suficiente, y el colombiano quiere añadirle al mucho oficio un destello de genio, y a la pureza del arte una pizca muy medida de humanidad, que asoma, como si de la necesaria imprimación se tratara, entre los brillantes espatulazos de color de sus telas. Siendo como es la suya una pintura de esencias, sus ejes reconocibles son varios y bastante claros, todos ellos conjugados minuciosamente: un manejo de los pigmentos y el óleo semejante al de los maestros del clasicismo, que apronta magníficas apariencias de textura renacentista y contribuye a anular la rigidez cromática de una obra a veces meridianamente deudora de Mondrian y su plasticismo; una concepción básicamente arquitectónica del cuadro –nada sorprendente si conocemos la formación del artista–, incluidas reminiscencias evidentes de los elementos del dibujo técnico; cierto consiguiente deje constructivista abstracto, si bien los resultados de Mejía-Guinand se separan con decisión de la frialdad de aquella tradición de tanto éxito en Sudamérica; y, en ese sentido, la introducción de abundante trazado al carbón, que sirve para materializar estructuras, organizar ámbitos cromáticos, promover sutilísimas perspectivas mediante una somera sugerencia de primeros planos y planos generales y establecer fronteras perceptivas que lejanamente remiten a horizontes, vegetaciones estilizadas o, sencillamente, rutas posibles de la mirada. Mejía-Guinand, así, formula propuestas interpretativas abiertas, fértiles y de un carácter mucho más humano que las de sus antecedentes en la abstracción.
El pintor bogotano demuestra un dominio ejemplar de la paleta; el equilibrio cromático es uno de sus mayores activos. Y la serenidad que inspira su obra, una garantía de éxito. Última Hora.
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