Xavier Mascaró. Cultural Objects - Joan Guaita
No podemos evitar seguir refiriéndonos a lo escrito hace unas semanas con respecto a la escultura colosal de Mitoraj. Como en el caso del polaco, nos hallamos ante un artista moderno, que nos habla de la finitud y de la carga especial de significado con que esa circunstancia dota o condena al ser humano. Xavier Mascaró (París, 1965), un escultor catalán de enorme proyección internacional, nos visita casi de puntillas, sin armar mucho ruido, en la sala Joan Guaita. Y lo hace con algunos de los objetos que ya mostrara el año pasado en la Marlborough de Nueva York. Mascaró, como Mitoraj, nos señala la nimiedad de nuestras existencias, pero no mediante conceptos ensartados en un figurativismo de estirpe clásica; su obra, mostrándonos la acción del fuego sobre el hierro, discurre directamente del material a la idea. El hierro y la áspera pátina que lo recubre dan a las piezas, con sus texturas de rescoldo, el dramatismo del objeto que no ha alcanzado la condición de ruina, sino que ha sido vejado por la acción tal vez prematura del fuego. Aquí no es el tiempo el enemigo del hombre, sino la violencia en sus dos vertientes: la ajena tal vez, y también la derivada del sometimiento a esquemas que nos resultan tan necesarios como constrictores.
Por ello son frecuentes en Mascaró los motivos asociables al combate, a la lidia, a la prisión. Los hierros de apariencia calcinada, acompañados aquí de vidrios y resinas, son soporte y estructura, sin que a veces sepamos diferenciar el uno de la otra; pero también, en ocasiones, cárcel que aherroja. Las cabezas de Mascaró remiten al yelmo, e igualmente –ásperas, sin más abertura que una oquedad casi forzada a la altura de la nariz– a una máscara de hierro dumasiana. Por otro lado, importa señalar que, pese a la densidad humana que percibimos, el hombre no aparece sino por mediación de sus complementos, que actúan como inquietantes metonimias. Sea en forma de armadura, férula, arnés, grillete o percha, el hierro fundido incorpora en la obra de Mascaró la conciencia que, dolorosa y paradójica, nos mantiene en pie. Se trata de una hermosa suerte de humanismo, planteada con gran coherencia desde el mismo proceso creador. Última Hora.
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