10 agosto 2006

El pintor de miradas. Evolución reciente de la pintura de Jorge Azri (*)

Jorge Azri - Matisos (Colònia de Sant Jordi)

Del noroeste de Siria, de una región a medio camino entre el Tigris y el Éufrates, llegó a Mallorca allá por 1990 Jorge Azri (Hasake, 1961), habiendo pasado antes por Los Ángeles –donde reside su familia–, Madrid (1980) y Barcelona. Con corta edad pintaba escenas bíblicas y santos orientales; en Los Ángeles y Madrid adquirió una sólida formación en arte y en decoración de interiores. Hoy, afincado en Inca, se dedica en exclusiva a la pintura y es un valor sólido en el panorama artístico insular.

Cuando allá por 1996 Azri exponía su obra en Pollença, Alexandre Ballester hablaba de una “pura, fresca, sugestiva y equilibrada atmósfera del comienzo del milagro pictórico”.[1] Efectivamente, el trabajo de Azri concluía ya entonces en el logro de atmósferas. Sus bodegones eran colecciones de abundantes objetos cuyos límites no se diferenciaban muy bien, esquemas de líneas y volúmenes que, con un dejo cubista, sugerían un conjunto numeroso, incluso tumultuoso, en que lo relevante era la impresión general frente al detalle, y, sin embargo, en el que los detalles cumplían una función estructural indispensable. El efecto de profundidad, que en Azri parece marca de la casa, se buscaba a través del juego de luces, por medio de ventanas que prolongaban el espacio del cuadro hasta el infinito y adquirían protagonismo en buena parte de sus cuadros que, sin dejar de ser esencialmente bodegones, se titulaban Desde mi ventana, Composición con ventana o Persiana mallorquina.[2] El desafío principal –la construcción de un mundo complejo y de un espacio profundo sin el recurso a la perspectiva clásica– era ya entonces el que sigue inspirando hoy, con el empleo de otras técnicas, la obra de Azri. El pintor buscaba la consecución de atmósferas a través del color y la luz; los juegos de reflejos y transparencias aparecían en el contexto de la construcción cubista, pero ahí estaban ya, como prefigurando todo un mundo de experimentación en torno a la mirada.

Porque se trata de la mirada: Azri no busca la representación de la realidad, sino que alambica con destreza los componentes subjetivos de la mirada del espectador con el pretexto de motivos y mundos más o menos complejos. Los elementos que componen esos mundos son lo de menos; están al servicio del conjunto, puesto que conjunto es todo aquello que percibimos cuando miramos, y el trabajo de Jorge Azri es fundamentalmente el de reproducir los mecanismos afectivos de la percepción a fin de crear, más que realidades, miradas. Con este fin, Azri se despojó muy pronto de los prejuicios habituales en torno a abstraccción y figuración; los objetivos del pintor facilitaban la integración de ambas técnicas en conjuntos difíciles de clasificar en términos de ese debate, que Azri tiene por ficticio.[3]

De 1999-2000 es una serie de paisajes donde elementos de la abstracción se ponen al servicio de esquemas figurativos. Cada vez menos preocupado por el trazo y más por las texturas, Azri trabaja las técnicas mixtas, para abandonar el óleo casi definitivamente en esta década. Será ahora cuando su trabajo adquiera una personalidad fuerte y distinta que lo ha convertido en un pintor reconocible y reconocido en la isla y fuera de ella. El empleo del collage, el óleo y los acrílicos, los pigmentos, la fotografía incorporada y en general las tecnologías y los materiales que forman parte de nuestra vida cotidiana convierten los cuadros de Azri en pequeños compendios de actualidad, testimonios o archivo del tiempo presente y su complejidad. Y, en el orden temático, un salto cualitativo se produce cuando los motivos dejan de pertenecer al mundo de lo íntimo, a los espacios reducidos de las habitaciones humanas, de los bodegones, incluso de los paisajes más equilibrados, para pasar a reflejar la ciudad con sus espacios abiertos al tráfico y a la climatología, a veces desde un punto de vista muy próximo al suelo y otras mediante vistas aéreas, pero siempre en visiones muy comprensivas del espacio urbano. Así ocurre ya en la muestra Equilibrio complaciente (Ca’n Janer, Inca), en las navidades de 2003. Meses después, en Espejo del embrujo urbano (Marimón, Ca’n Picafort), una obra perfectamente meditada permite representar la ciudad como un espacio a menudo desolado, en todo caso privado del amparo de los límites, abierto en todos los sentidos. La perspectiva se consigue mediante las líneas que proporciona la señalización horizontal de las calzadas (La ciudad en gris, Ciudad imaginaria, Transparencias), o el mismo trazado viario en los conjuntos más extensos (Panorámica azul II); pero la perspectiva que pretende reflejar Azri no tiene que ver tanto con las líneas (sólo toma éstas como pretexto) como con la profundidad de campo que genera esa actitud suya de reproducir la mirada. La renuncia a una paleta amplia, la reducción a los grises, las manchas sepias dotan a sus cuadros de una pátina temporal muy acusada; y las aguadas y los chorreos, que imprimen en la tabla la huella de la provisionalidad y de la intemperie (como en la bellísima pieza Pueblo de Inca o en Vibraciones de los sueños), permiten evocar la visión empañada que obtenemos al mirar a través de un vidrio en invierno, con el componente subjetivo que ello encierra y las connotaciones de melancolía, distanciamiento con respecto a lo observado, cierto desamparo existencial y, desde luego, un realismo que poco tiene que ver con la figuración, sino más bien con los sentimientos.[4]

Característico de Jorge Azri es el juego de las transparencias, como elemento de esa profundidad teñida de subjetividad que el autor procura infundir en sus paisajes urbanos. Emparentadas con la niebla, con la cortina de lluvia o con la calima, las atmósferas azrianas tienen una calidad climatológica que sujeta el contenido de sus cuadros a leyes que aparentan ser las de la naturaleza, pero que surgen de una dinámica propia del trabajo creativo.[5] En un continuo ir y venir entre la abstracción y la figuración, entre la imagen dada y la manipulación de los materiales, Azri transforma las manchas en figuras y las figuras en manchas, y culmina sus composiciones mediante el empleo inteligente y complementario de unas y otras. Las paletadas de pasta, las fotocopias, la cola, el cartón, la fotografía, el recorte de periódico, el óleo y el barniz entran a formar parte de un mundo en que se da la hermosa contradicción de que una acción densamente material proporciona resultados de una calidad espiritual muy elevada. Cristina Ros ha hablado de “esa piel tan trabajada y espesa que se extiende como una capa de nebulosa o de polvo”,[6] en referencia a la obra de Azri, llamando la atención sobre la condición casi orgánica de sus acabados, pese a lo heterogéneo de sus materiales. Y el tono figurativo de los resultados no importa: si a veces la ciudad es Palma, o Madrid, otras es una ciudad surgida durante el proceso creador, una ciudad que “no tiene unos rasgos definidos y puede ser cualquier sitio”.[7] La obra de la época de su muestra palmesana Reflexiones urbanas (2005) se compone fundamentalmente de visiones, y ese carácter visionario es lo que acerca su obra a lo mejor del arte contemporáneo, tras las enseñanzas de la vanguardia y la superación de sus extremos. Si el tema se reitera (el paisaje urbano, entendido como conjunto semiabstracto), la realización dista de repetirse: la misma dinámica de cada cuadro va tirando de la obra hasta iluminar una composición única de texturas y transparencias. Las imágenes aisladas que, fruto del collage, afloran a la superficie insisten en esa condición suavemente visionaria de la obra de Azri; los valores humanos que sugiere (la soledad, la incomunicación, la indefinición, la subordinación del hombre a la infraestructura urbana) permiten hablar de un tono de contenida denuncia.[8] Maria José Corominas ha hablado con acierto de “un cierto regusto de poesía y misterio”.[9]

Con la presente exposición, Jorge Azri confirma la seriedad de sus planteamientos y el alcance de su investigación en lo referente a “la naturaleza expresiva de los materiales”: el artista confiesa “conducir” a veces el discurso material, y otras dejarse llevar por los efectos del mismo para conseguir “visiones nuevas de las ciudades y las personas que las habitan”.[10] En el mejor de los sentidos, Azri es un pintor sentimental, que encuentra el motor de su trabajo en la creación de atmósferas coherentes, con un evidente afán por pintar el aire que denota enorme madurez. Ello ha hecho que sus cuadros hayan ido derivando aún más hacia la abstracción, y en los últimos la mancha llegue a dominar sobre el trazo. En la misma dirección actúa una reducción cromática máxima, donde los blancos y los negros definen el tono del cuadro y grandes manchas de un rojo vivo establecen un contrapunto afectivo hermoso y necesario.

(*) Publicado en Jorge AZRI, Jorge Azri, catálogo de exposición, Colònia de Sant Jordi (Ses Salines, Mallorca): Matisos Galeria d'Art, 2006, pp. 1-4.

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[1] Alexandre BALLESTER, “Les netedats del misteri. La pintura de Jorge Azri”, en Jorge AZRI, Jorge Azri, catálogo de exposición, Pollença (Mallorca): Actual Art Galeria, 1996, pp. 1-2.
[2] AZRI, Pintures, catálogo de exposición, Mallorca [Pollença: Actual Art Galeria], 2000.
[3] Cf. Mercedes AZAGRA, “Jorge Azri: “No existe diferencia entre la abstracción y el realismo””, Última Hora, Palma de Mallorca, 25 mayo 1997; Carme MORENO, “Azri: “Mi pintura es un equilibrio entre lo abstracto y el realismo””, Última Hora, Palma de Mallorca, 15 enero 2004.
[4] AZRI, Espejo del embrujo urbano, catálogo de exposición, [Ca’n Picafort (Santa Margalida, Mallorca): Galeria Marimón], 2004.
[5] Cf. Maria LABOLLITA, “Me inspiran sobre todo las ciudades del mundo, la niebla y los cambios de la luz”, Nuevos Mallorquines, núm. 13, Palma de Mallorca, 3 noviembre 2005.
[6] Cristina ROS, “Un hombre en cualquier ciudad”, en AZRI, Reflexiones urbanas, catálogo de exposición, Palma de Mallorca: Joan Oliver “Maneu” Galeria d’Art, 2005, p. 3.
[7] MORENO, “En mi obra, el hombre está a gusto en los espacios abstractos de la ciudad”, Última Hora, Palma de Mallorca, 1 abril 2005.
[8] Cf. AZRI, Reflexiones urbanas, cit.
[9] Maria José COROMINAS, “Els paisatges urbans de Jorge Azri”, Diari de Balears, 1 mayo 2005.
[10] MORENO, “En mi obra [...]”, cit.

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