Isabel Ferrer Tapia. Construyendo entornos - ABA Art
En sus anteriores exposiciones en Palma, Paisajes mentales (2003) y Visiones urbanas (2004), Isabel Ferrer Tapia había transitado ya con éxito notable la descomposición de la escena en estructuras más y más sucintas y esquemáticas, en una renuncia progresiva al detalle y en un creciente despojamiento cromático. La artista palmesana sustituye la perspectiva por la superposición de manchas de color, donde la acumulación de tonos planos (unos acrílicos muy trabajados) en alternancias geométricas sugiere la profundidad de campo y la iluminación de manera muy sutil. El juego de Ferrer, a veces cercano a la ilusión óptica, denota un buen conocimiento de los procesos perceptivos, sus distancias y sus atajos.
La serie Arquitecturas, merced a la continuidad física de los cuatro lienzos que la componen, combina la disposición espacial inequívoca del skyline y una sugerida sucesión de las horas y, consiguientemente, de los matices de las luces, nieblas y temperaturas que podrían bañar la ciudad que presumimos. En un figurativismo sumamente adelgazado y que, aunque nos disguste la expresión, cabría elogiar por femenino, en tanto refleja el todo y no los detalles, la obra no evoca directamente paisajes, sino las sensaciones generales que solemos asociarles: la contemplamos en actitud semejante a aquéllas en que disfrutaríamos de un atardecer frente a los contornos de la urbe recortados contra el cielo o en que apreciaríamos los contrastes entre espacios y no-espacios: plazas y edificios, jardines y bloques de hormigón... Pero estamos ante imágenes plenamente artificiales, en el mejor sentido de este adjetivo: fruto de la reflexión sobre la creación, sobre la percepción y sobre el modo en que aquélla puede manipular ésta para enriquecer nuestra experiencia. Tanta estilización inspira serenidad, sensaciones difusas pero reconocibles y halagadoras.
¿Meras estructuras apaisadas o paisajes verdaderos? La respuesta está contenida en la proposición de gerundio –esa forma verbal que siempre denota un proceso– que da título a la muestra: la pintura de Isabel Ferrer traduce una forma de entender el paisaje como entorno, es decir, como contexto vital (de ahí sus 289 vidas) y no como mero objeto o tema artistíco. Y, por tanto, una forma de concebir el trabajo del artista que resulta muy necesaria: en permanente estado de construcción y siempre alimentado de reflexión densa. Última Hora.
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