05 marzo 2005

Escenificación de la totalidad

Tarrassó - Gabriel Vanrell

Formado en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona (La Llotja), a Casimiro Martínez Tarrassó (1898-1979) se le atribuye la influencia del paisajista Joaquím Mir. No obstante, y al contrario que éste, Tarrassó completa sus estudios barceloneses en un París por entonces sacudido por la barbarie fauve. Este componente seguirá siendo visible en su obra a lo largo de toda su vida. Así, es fácil asociar algunas de sus estampas palmesanas como Rambles o Passeig del Born, fruto de su intensa vinculación con Mallorca, con algunas de las londinenses de André Derain, como El puente de Westminster: el fuerte contraste de colores, una perspectiva elevada y un tanto exagerada, el absoluto desinterés por la figura humana, que aparece como mínimo bosquejo –como complemento que pretende introducir el movimiento en el paisaje– y la representación de árboles como electrizados, sometidos a tortuosas inclinaciones, imprimen a la escena una vitalidad propia y reducen su conexión con lo referencial a la condición de pretexto.

En muchos de sus cuadros, Tarrassó parece menos preocupado por las exigencias de la composición que por lograr una imagen que escenifique en plenitud una vida recreada y sin soluciones de continuidad. Así, en sus paisajes las arquitecturas aparecen completamente integradas en una naturaleza armónica: simples manchas de color de límites indefinidos, o bien, como en Església de Madremanya, elementos de límites definidos pero deformados, que sugieren la presencia humana al mismo tiempo que impiden que el espectador la perciba como intervención o ruptura del continuum natural. Las perspectivas muy altas (como en Es Colomé) o muy bajas (como en Deià), conjugadas con una combinación de colores en que montaña y cielo, cielo y mar intercambian sus tonalidades sin mezclarlas, proporcionan una sensación de profundidad e, incluso, a veces, de opresión que induce a asumir la escena como un todo autónomo, al margen de detalles. La factura vigorosa y el espatulazo grueso que Tarrassó aplica en muchas ocasiones remiten a otro maestro paisajista catalán de quien también se le ha hecho deudor, Nicolás Raurich.

La presente muestra de su obra en Palma supone un recorrido por diversas etapas de su obra y da una clara idea de su reconocimiento actual en el mercado del arte. Incluye también algunas obras singulares, como un delicioso pastel titulado Moulin Rouge y dedicado al galerista mallorquín Josep Costa, en que una vez más asistimos a su obsesiva preocupación por la cohesión del conjunto; o la Expresión de colores en que se representa a una pareja a caballo en tonalidades vibrantes, ajenas al naturalismo (también este rasgo aproxima a Tarrassó al fauvismo de inicios del siglo XX), de una subjetividad conmovedora. Última Hora.

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