Algunos clasifican el grabado como arte menor en comparación con otras disciplinas plásticas. El gran público, que suele identificar a grandes rasgos las técnicas de la pintura, o al menos de la pintura más tradicional, suele desconocer en gran medida –cuando no absolutamente– la gran diversidad de técnicas que pueden agruparse bajo el epígrafe “obra gráfica” y minusvalora el duro esfuerzo formativo y la enorme cantidad de trabajo preparatorio y ejecutivo que requieren. Afortunadamente, gracias a algunas iniciativas de instituciones y galeristas, esta forma de expresión a medio camino entre la obra única y la edición va encontrando su espacio. En colaboración con la galería Marlborough, Mediterrània ha mostrado durante el mes de febrero y aún expone una semana más una selección de obra perteneciente a artistas de renombre nacional e internacional que demuestra la solidez de las técnicas gráficas en el discurso artístico. Honran la sala Francis Bacon, Martín Chirino, Juan Genovés, Luis Gordillo, Pelayo Ortega, Abraham Lacalle y Manolo Valdés.
En la serigrafía de 1994 que aporta Luis Gordillo (Sevilla, 1934) reencontramos las multiplicidades que le son tan caras, un caos ordenado de formas abstractas, la tensión entre automatismo y racionalidad habitual en él y la superposición de estructuras abiertas y cerradas, a medio camino entre lo orgánico y lo geométrico. Con Francis Bacon (Dublín, 1909-1992) nos hallamos ante una de las cimas del arte del siglo XX; dos litografías y un aguatinta de la década de los ochenta nos aproximan a sus obsesiones y desconciertos: la figura humana en conflicto con el espacio y consigo misma, demediada, en actitud torturada, tal vez en busca del equilibrio y como en permanente tránsito. Pero la unidad más estimulante de la selección se titula La raíz del viento (2004) y la firma Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925): un gran formato ejecutado por medio de resinas, aguafuerte y punta seca al que el canario traslada una idea que ya anteriormente había desarrollado en otros soportes. En él aparecen las ondulantes líneas habituales en Chirino, el dinamismo suave y la ejecución perfeccionista, azarosa como el viento sólo en apariencia (como demuestra algún carboncillo una década anterior). Un alarde hermosísimo del veterano trabajador. Última Hora.
Martín Chirino, La raíz del viento (2004)
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