11 enero 2008

Pep Canyelles: el hierro y el aire

Pep Canyelles. Escultures 1985-2007 - Casal Solleric

Los artistas que provienen de la poesía visual nunca dejan de ser poetas de alguna manera. Su consideración de la palabra como vehículo privilegiado de conocimiento hace que sus obras plásticas se despojen pronto de lo descriptivo y hagan del concepto un complemento imprescindible de la forma. Es el caso de Pep Canyelles (Palma de Mallorca, 1949). Desde joven demostró talento como para estar en primera línea; en los setenta estuvo donde había que estar, defendiendo una manera progresista de entender el arte y experimentando con fundamento diversos modos de expresión. Pero es a partir de finales de los ochenta, en que emprende una obra que atiende más a las esencias que a la anécdota y apuesta firmemente por la escultura, cuando se convierte en un artista excepcional de preocupaciones depuradas, con un lenguaje propio y una producción muy característica.

Por medio de la escultura Canyelles intenta atrapar cierto sentimiento de isla (más interior que geográfica), cierta atmósfera mediterránea que ya no tiene que ver con el color físico sino con un suave fatalismo marcado por la insularidad y su vivo contraste de luces y de sombras. El Canyelles que prefiero es el que encierra el aire en estructuras de geometrías imaginarias, perfectamente delineadas en su abstracción (a veces en su cuasifiguración fantástica), pero definidas por la dureza de los contornos y la idea de cerrazón. Sus hierros remiten a carcasas, a jaulas, a armaduras más ofensivas que protectoras o a ciegos rascacielos –siempre arquitecturas de la opresión y el aislamiento. Señalando la dureza del exterior, el artista nos coloca frente a la levedad o fragilidad de lo que está vivo, de lo que nos importa aunque nos sea inaprehensible, o precisamente porque lo es. El aire y la luz frente al hierro y sus sombras componen una acertada metáfora continuada de la vida en que cierta moderada pasión y las preocupaciones ética y metafísica (la mujer, el paisaje, la naturaleza, el viaje iniciático, la certeza de la mortalidad) dictan los límites de una existencia consciente. El clasicismo en las estructuras y las simetrías perfectas, a la luz de lo anteriormente dicho, parecen llamarnos a cuestionar el sentido de tanta seguridad como –creíamos– nos rodea. Última Hora.

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