Alicia Framis. Desde China con amor - Galería Horrach Moyà
Siempre sorprende Alicia Framis (Mataró, 1967). La artista, una de las españolas de su generación más reconocidas en el ámbito internacional, dispone de una formación técnica apabullante y de una intuición fuera de lo común. Técnica y sexto sentido tienden así a compensar la severa limitación que muestra en el fundamento conceptual de sus obras, tanto en el propio discurso artístico como por sus manifestaciones públicas. Enormemente polifacética y muy permeable a la realidad circundante, se ha beneficiado también de su inquietud viajera y vital, que la llevó de Barcelona a residir en Amsterdam (representó a Holanda en Venecia 2003), y en la actualidad a Bangkok y Shanghai.
Dotada de la capacidad de aprovechar todos los discursos, políticamente correcta y atenta al omnipresente comercio de la imagen, Framis cae con excesiva frecuencia en lo banal. Así, su interés por el mundo de la moda y su colaboración con embaucadores de éxito como Gaultier o Delfín, encadenada a las tesis de un feminismo plano, practicante de cierto sospechoso halago a la autoridad, engendra proyectos como anti_dog (2003) o 100 ways to wear a flag (2007), en que no se entiende muy bien dónde reside la necesaria transgresión. Su genio espacial y poético y una aproximación mucho más interesante que todo lo anterior a la forma en que la arquitectura delata las relaciones interpersonales dan sentido social y estético a proyectos como el Bloodsushibank (2000), La esfera de los niños del remodelado Atomium de Bruselas (2006) o el reciente AA Bar (2007). Su serie de vídeos Secret Strikes (2005-2006) hacen evidente ese entramado intersubjetivo en que consiste básicamente la sociedad, y en todo ello hay, como decíamos, una destreza técnica envidiable.
Lo mismo se puede predicar de Not for sale (2007). En esta serie de fotografías sobre aluminio de reiterativo argumento y enorme depuración técnica, mediante el empleo de parámetros propagandísticos asiáticos y axiomas tan simples y efectivos como que “la belleza vence a la violencia”, Framis nos enfrenta con nuestras luces y nuestras sombras. Próxima en algunos casos al performance art de la Abramovic, la mataronense alcanza, no obstante y en ocasiones como ésta, una plasticidad, una pureza comunicativa y una eficacia pragmática dignas de magisterios más brillantes. Última Hora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario