05 julio 2007

La tramoya de la existencia

Gustavo Díaz Sosa. Yo después de mí - Can Fondo (Alcudia)

Llama la atención la juventud de Gustavo Díaz Sosa (Sagua la Grande, Cuba, 1983) cuando comprobamos la seriedad y el grado de madurez de su obra pictórica. Cuando visito su exposición en Can Fondo me acompaña Josep Maria Alaminos, uno de los artistas mallorquines de mayor proyección hoy día y uno que garantiza un punto de vista técnico experto y depurado. Con su guía, hoy no es del todo justo que yo firme en solitario una reseña que en parte transmite lo que él sin duda contaría mejor. Coincidimos en que este cubano afincado en Guipúzcoa, como Josep Maria dice, “tiene fundamento”.

Díaz Sosa practica una pintura caracterizada por una enorme economía de recursos; rentabiliza el gesto hasta límites sólo al alcance de los verdaderos artistas, de los maestros. En su serie Girasoles rotos (2007), una paleta discreta, las escasas manchas de color y un puñado de trazos oscuros componen sobre el lienzo conjuntos de un brillante, esencial expresionismo. A veces la perspectiva es protagonista de sus composiciones, sorprendentemente eficaz si consideramos su parquedad expresiva. En Aferrados a su agonía, El eco de los semejantes o Colgados del cielo (todos de 2007 y todos espléndidos) el juego de perspectiva entra a formar parte de una retórica existencial tremendamente emotiva; meras manchas e hilos infinitos componen un mundo de ritmos y sugerencias asociadas intensamente a las nociones de esclavitud, desolación (geográfica y espiritual), esclavitud, desamparo, incomunicación... La bruma de la serie Lejanos horizontes (2007) es otro poderoso vector de contagio de la inquietud y el desánimo frente a los designios de lo desconocido. Las líneas compositivas, manipuladas en sombras estilizadas y en hilos que se asemejan a los de las marionetas, dramatizan así la misteriosa tramoya de la existencia.

No hay concesiones en la serie Inmaculada Concepción (2006). Sin miedo a ser anticomercial, Díaz Sosa emplea escrituras insertas, alusiones a la muerte, la corrupción o la desestructuración y una mayor concentración cromática de los tonos oscuros, nada habituales en la temática mariana; todo abunda en una versión sorprendente, irreverente, muy irónica –y por lo tanto inteligente y reveladora– de un icono religioso-mitológico comúnmente asociado a la vida y al optimismo acrítico. Última Hora.

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