28 septiembre 2015

El color del mar

Jorge Azri. El color del mar - Galería Maneu (Palma)

Jorge Azri (Hasake, 1961), ese pintor sirio, inquero y angelino, vuelve a exponer en Maneu. Quien conozca su obra de la última década reconocerá las hermosas texturas, la creación de atmósferas, la preeminencia de la mirada frente al objeto. En esta ocasión se aleja de los paisajes urbanos (y, cuando digo paisaje, uso una convención que para nada agota la densidad de lo que hace Azri) para recrear escenas de playa en las que la figura humana, como es habitual en él, se esfuerza sin éxito por adquirir un papel en la escena: su interacción queda sometida al poder de la naturaleza, a la intención del encuadre, a las condiciones impuestas por la una atmósfera que es más psicológica o sentimental que física. Siempre hay cierta ironía, cierta denuncia existencial y social en Azri; incluso cuando, como en esta ocasión, abandona los tonos oscuros u ocres para hacer uso de una brillante paleta mediterránea. El color y la temática remiten a tantos pintores de la escuela mallorquina, pero el temblor del espíritu que transmite el sirio, paradójicamente a través de procesos materiales que maneja con excepcional inteligencia, lo clasifican entre los pintores que trascienden un paisaje luminoso para poner en duda los fundamentos de la presunta felicidad que sugieren. El Mundo-El Día de Baleares.

Refugio I  (2015, técnica mixta sobre tela)

21 septiembre 2015

La ruta natural

Ernesto Hernández Busto (La Habana, 1968), reconocido en España por su trabajo en Letras Libres y en Penúltimos días, es un animal literario, y La ruta natural (Vaso Roto, 2015) es un libro centrado en la literatura fragmentaria. Pero, como escritura del yo que es y como libro en sí mismo de fragmentos (especie de zibaldone, cruce entre diario, ensayo y cuaderno de notas), toca entre otras muchas cosas las relaciones entre la vida, la literatura y las otras artes.

Encontramos en sus páginas, por tanto, notas sobre música, fotografía, cine o pintura: David Lynch, Caetano Veloso, Pierre Bonnard, Pierre Klossowski, el kintsukuroi japonés… Repasando un catálogo de Domenico Gnoli, el artista italiano que acabó sus días en Deià, el autor elogia “ese encanto metafísico que proviene de la ampliación desaforada del detalle”. “La magnificación hiperrealista del detalle”, dice, “produce un surrealismo objetivista, más convincente que la otra parte de la obra gráfica del pintor, su bestiario fantástico.”

Sobre todo, La ruta natural incluye reflexiones valiosísimas sobre la memoria y la literatura personal como reparación del paso del tiempo, como traducción, como imposible reconstrucción de lo vivido a través de sus fragmentos: aquello en lo que, al final, consiste el arte. Un libro para leer con el lapicero en ristre. El Mundo-El Día de Baleares.